El futuro que se abre hoy
Protagonizamos
una movilización inédita. No sólo las perspectivas de la lucha y la
profundidad de las demandas han alcanzado una radicalidad que no
conocíamos, sino que esa radicalidad ha sido fortalecida por una
participación masiva que nunca antes habíamos visto, nosotros, jóvenes
de hoy, creadores del mañana. Y no sólo cientos de miles se han
convocado en las calles, movidos por la convicción más que por el
llamado de sus dirigentes, azuzados por la visión de una transformación
estructural más que por los efectos inmediatos de la lucha. No sólo eso.
Hemos sido capaces de llevar a cabo la movilización más innovadora y
creativa de nuestra historia: hemos ironizado con lo que nos oprime, nos
hemos burlado de sus estereotipos y los nuestros, hemos roto el hechizo
de la monotonía ciudadana. ¿Para qué? Para demostrar que nosotros somos
el espacio público, y que éste tendrá las formas y los contenidos que
nosotros le demos.
Uno de los logros de las movilizaciones del 2006 es
que las tomas de colegios y liceos (que tanto llamaron la atención de
las comunidades y la opinión pública) se integraron al sentido común del
movimiento secundario. Ocupar el establecimiento es el primer paso para
presionar al gobierno y fortalecer al propio movimiento en espacios
ilimitados de encuentro, discusión y planificación. Pero por lo mismo,
su impacto ya no es el mismo y se vuelve necesario un paso adelante en
la forma de lucha secundaria, que ya no sólo sea capaz de paralizar las
actividades y presionar por transformaciones. El movimiento de los
trabajadores nos ha enseñado lo que significa pasar de la huelga al
control obrero. Nosotros debemos ser capaces de pasar del paro y la toma
a la autogestión educativa. Esto implica la construcción de una
comunidad empoderada, conformada por estudiantes, apoderados/as,
profesores/as y otros trabajadores/as de la educación, conscientes de
nuestra capacidad de echar a andar la educación por nuestra cuenta, sin
agentes privados o estatales que supervisen y estructuren la actividad
pedagógica y social de las escuelas. La única forma de que tengamos la
educación que queremos es que nosotros mismos la pongamos en práctica.
La
autogestión educativa es mucho más que autoeducación. Un
establecimiento gestionado por todos los verdaderamente implicados en
los procesos educativos va mucho más allá del autodidactismo. En la
medida en que la comunidad entera participa en la toma de decisiones
administrativas y pedagógicas, no sólo las formas y contenidos de la
educación coinciden con sus verdaderas necesidades, además es un proceso
que por sí mismo pone en cuestión el sistema autoritario de las
escuelas públicas. La intervención estatal y el orden jerárquico no sólo
destruyen la autonomía de las comunidades sino que además van
directamente en contra de la creatividad y desarrollo de las potencias
físicas, mentales y morales de los individuos. Por otra parte, el
proceso de participación directa y real nos entrega un sentido de lo que
significa ser dueños de nuestras vidas y nos enseña a luchar por ellas.
Finalmente, nos da las herramientas suficientes para enfrentarnos a un
sistema educativo empobrecedor, reproductor de la sociedad jerárquica y
de clases, hecho para la generación de la mano de obra del futuro, por
un lado, y de elites dominantes, por el otro.
Los primeros pasos de este avance cualitativo en los
medios de lucha secundaria se han dado en el Liceo Autogestionado Manuel
Barros Borgoño. Se trata de la iniciativa de retomar las clases pero en
una nueva modalidad: estudiantes del liceo en asamblea deciden las
materias que quieren tratar en conjunto con profesores y estudiantes
universitarios que los apoyan. En conjunto se trabajan también los
horarios, las metodologías y los talleres extraprogramáticos (que van
desde ecología hasta política, pasando por creaciones artísticas y
nuevas formas de enfrentar las humanidades y las ciencias), de tal forma
que el resultado es un proceso pedagógico integralmente participativo y
que responde de manera directa a los intereses y necesidades de los
estudiantes, sujetos protagonistas de la escuela, pero que
tradicionalmente han sido sometidos a la pasiva recepción de los
contenidos y valores dominantes. El control de los horarios y espacios
del establecimiento lo tienen los estudiantes, y cuentan con el apoyo de
algunos profesores, funcionarios y apoderados del colegio.
De la sala de clases a la lucha de clases
Este
experimento de autogestión, que ha comenzado a replicarse en Santiago y
en otras ciudades, es una luz interesante de lo que los estudiantes
somos capaces cuando nos organizamos. Igualmente, evidencia el verdadero
conflicto que el gobierno tiene con las tomas. Si el liceo llegase a
funcionar de forma más o menos regular, cumpliendo con mínimos
requerimientos de evaluación, ¿cuál sería el problema de que los
estudiantes controlen el edificio? Tomando en cuenta que uno de los
argumentos fuertes en contra de las tomas (y que conduce a medidas
ridículas como el adelantamiento de las vacaciones) es que se pierden
clases, ¿cuál es el problema ahora que no perdemos clases? La
autogestión del liceo ocupado devela el ámbito educativo en el que se da
la verdadera contradicción: el control y la gestión de la escuela. Ya
no es un problema de calendario o currículo, sino un problema
propiamente político. Este experimento de autogestión es el primer paso
práctico en la conciencia de esa contradicción, que puede traducirse en
un combate organizado desde lo pedagógico contra el mercado educativo y
la pedagogía estatalista.
A la luz de la autogestión educativa ya puesta en
práctica por el Liceo Autogestionado Manuel Barros Borgoño, las luchas
actuales se proyectan mucho más allá de los límites del por muchos
anhelado Estado docente. Es necesario que este proyecto se multiplique
en otros liceos tomados y crezca tanto el poder estudiantil como el
poder de las comunidades, en pos de la construcción de un movimiento
social fuerte que no sólo conquiste las condiciones mínimas en las
cuales tiene sentido hablar de educación (y no de adoctrinamiento y
reproducción de las clases), sino que además se proponga la
transformación radical de la sociedad en todos sus ámbitos, desde hoy,
aprovechando la fuerza que ya tenemos en nuestras manos. Es necesario
que veamos que desde ya podemos construir una educación pública no
estatal, es decir, una educación gestionada por las comunidades,
enfocada en el desarrollo pleno de todas nuestras capacidades y
orientada a satisfacer la más vigente de nuestras necesidades: la
revolución social.
Metiendo Ruido - Jules Elyzard
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