“Lo que las máquinas quieren es una situación en la que no exista
nada que no esté a su servicio, nada que no sea co-mecanico, ninguna
naturaleza, ningun valor superior y tampoco ningun ser humano (porque
para ellas tenemos valor únicamente como grupos de servicio o de
consumo). En otras palabras, quieren ser ellas las únicas que existan” – Günther Anders, Nosotros, los hijos de Eichmann, 1964.
“¿Según el criterio de moralidad que se maneje, la violencia que
utiliza un esclavo para romper sus cadenas puede ser juzgada de la
misma manera que la violencia que ejerce el dueño de esos esclavos? La
violencia de quien busca la toma de la dignidad humana y de la
igualdad no puede ser evaluada con el mismo criterio que la violencia
de quien busca la discriminacion y opresion” – Walter Rodney, The Groundings with my brothers, 1969.
La realización de una línea de Tren de Alta Velocidad (TAV) es un proyecto perfectamente coherente con el mundo en que vivimos, un mundo en el que cualquier aspecto de la vida humana está sometido a las lógicas y exigencias del beneficio. Lo que utilizan el Estado y los grupos de interés para legitimar e imponer su construcción es el arma del progreso y la retórica del desarrollo sin preocuparse por las consecuencias que esto supone.
Toda innovación se ve obligada a insertarse en un proceso que pueda generar progreso humano, pero este tipo de progreso – en la ideología que apoya proyectos como el del TAV – no busca la mejora de la vida humana, que está completamente dejada de lado, sino que es la misma vida humana que tiene que conformarse a la evolución tecnológica. En este contexto, además, el TAV es una obra inutil por la viabilidad, dañina por la devastación que conlleva e insostenible desde el punto de vista económico.
Desde que en 1995 la prospección topográfica del Valle, sus habitantes comenzaron a organizarse y a convocar movilizaciones en él. El 29 de enero del 2001 se firmó el acuerdo franco-italiano para la construcción de la línea Lyon-Turín entre Chirac, Jospin y Aneto. Para entonces, los 25 alcaldes del valle ya se habían posicionado en contra del proyecto. Desde entonces la lucha de Val Susa se ha basado en movilizaciones masivas, tanto en las ciudades (núcleos adminitrativos y decisorios, como en zonas de obra o de acceso a ellas. Para ello se ha contado con un campamento fijo cercano a las obras que se inició en el 2000 y con acciones aisladas de todo tipo. Se considera como primera movilización masiva del movimiento contra el TAV la del 31 de mayo de 2003, cuando 20.000 personas se manifestaron en el valle entre Borgone y Bussoleno. A esta le siguió otra de 30.000 el 4 de junio de 2005.
Sin embargo, el Gobierno italiano sigue en sus trece y, a día de hoy,
mantiene las excavaciones. En el funcionamiento de la máquina estatal,
la cual persigue únicamente objetivos económicos e intereses
privados, todo se presenta al público como bienestar agradable e
innovador.
Estos son los mismos elementos que están celebrados en eventos como la Expo o las Olimpiadas, que no son nada más que especulación edilicia y inmobiliaria, cementificacion, “gentrification”, grandes vías de comunicación que dividen y destruyen los tejidos urbanos y los territorios, donde el individuo está en una condición permanente de privación de autodeterminación y de toma de decisión por su condiciones de existencia.
El TAV es, pues, mucho más que un tren: es el símbolo de la clase dominante, local y nacional, de derechas y de izquierdas. Resulta imprescindible no separar la lucha contra el TAV de la lucha contra la sociedad que lo reivindica. Es por esta razón que la resisntencia contra el TAV interactúa y se comunica con otros puntos de resistencia como las luchas contra la construcción de las incineradoras o de las autopistas: éstas son las mismas luchas que no sólo combaten una infraestructura sino también la sociedad que la impone.
Para criticar el TAV hay que conectar la cuestion de la alta velocidad con la colonización tecnológica de la vida cotidiana, que se nos hace aparente con la destrucción de los espacios y la profunda transformación y división del tiempo. Esto es lo que Anders llamaba la maquinizacion del mundo moderno cuando decía que “el principio de la máquina, de la sociedad/máquina, es el máximo rendimiento, y como esto es la razón de existir para las maquinas, ellas necesitan espacios que garantizen ese maximum. Así, ganan lo que necesitan. Todas las máquinas son expansionistas, por no decir imperialistas: todas se procuran reinos coloniales de servicios (proveedores, equipos operativos y consumidores)”.
Así, el individuo está sometido a una lógica, la lógica de la máquina, y como esta lógica es la del maximo rendimiento, el individuo adquiere estas características para sí.
Este mecanismo sigue existiendo sólo si hay una producción continua e incesante donde estamos todos/as sometidos/as a una lógica de trabajo de producción y consumo. El tiempo libre, el juego, el conocimiento, el pensamineto, el deseo, el saber, etc. están todos bajo una teoría de “vivir-producir”.
La alta velocidad se encuentra en el seno de este sistema de producción, en el que el territorio se destruye y uniformiza porque tiene que conformarse a las lógicas de la libre circulación de bienes, puesto que donde más rápido es el intercambio comercial, más alto será el beneficio.
Para producir y mantener estable este sistema, el Estado necesita un aparato mediático, policial y judicial que pueda disciplinar, mantener dóciles y reprimir todos los cuerpos disidentes que se oponen y rechazan este modelo impuesto de sociedad.
El resultado de esto se concretizó con brutalidad el pasado 26 de enero de este año, en una operación policial en la que se buscó a cincuenta personas, acusadas atacar las obras el 3 de julio de 2011 y acabaron detenidas otras 26 por resistirse ante los funcionarios policiales. Desde que en 2006 se habían masificado los apoyos a la resistencia contra el TAV, el valle comenzó a experimentar una forma embrionaria de democracia directa. A esto le siguieron nuevas movilizaciones donde la implicación general de toda la sociedad valsusina era patente. En una zona con una raigambre de resistencia, la imagen de los partisanos (la resistencia local contra la ocupación nazi) fue retomada por el pueblo entero para detener las excavadoras y a la policía que las protegía y con el famoso Bella Ciao como himno de resistencia contra el TAV. Una versión decía: “Oh campesino mándales fuera / Bella Ciao Bella Ciao / que hay peligro de morir”. La zona no tardó en ser militarizada y a día de hoy continúa estándolo, por lo que cada manifestación que transcurre en ella es duramente reprimida.
El jefe de la operación judicial y policial del pasado mes de enero es una cara conocida, el procuratore generale Giancarlo Caselli, ya responsable de la persecución de los activistas anarquistas y ecologistas Sole y Baleno, que fueron detenidos en 1998, acusados de sabotaje contras las obras del TAV y que acabaron suicidándose.
El objetivo de operaciones como ésta son evidentes: intentar dividir y destruir un movimiento. El “Movimiento No-TAV” es cada día más fuerte y llevando esta lucha a todas la ciudades de Italia: manifestaciones, bloqueos, ocupaciones en las estaciones de trenes, sabotajes, etc. Nos muestran que anti-TAV no significa sólo estar en una lucha local o territorial, sino que se puede pensar y practicar en común una determinada idea de lo que es el bien.
La lucha contra el TAV se construye en dos niveles: en el nivel físico, mediante manifestaciones, acciones y movilizaciones y en el nivel informativo, que no es otra cosa que una guerra mediática en la que los medios de información italianos se han retratado como un instrumento al servicio del Gobierno y como piezas clave a la hora de criminalizar el movimiento.
El 3 de julio de 2011 y los días despues se han eregido como el símbolo más evidente de la violencia mediática. La opinión pública de centro-izquierda ha mostrado ser la más involucrada en este proceso de criminalizacion, apoyando la construcción de la línea de alta velocidad y describiendo a los/as No-TAV como “violentos”, “black block”, “brigadistas”, “extremistas”, “anarquistas”, etc. etiquetas que sirven para legitimar una intervencion represiva y para difundir el miedo entre la opinión común. Por su parte, el movimiento y todos los que luchan en él han demostrado saber sabotear este tipo de discurso hegemónico y han abierto sus propios canales de contrainformación alternativos (revistiendo formas de páginas de internet, periódicos, radios, etc.) para hacer frente a la adversidad en todo momento.
Para la gente que vive esta lucha, esta experiencia les ha servido para aprender a superar los cuentos mediáticos que se centran voluntariamente en los eventos, en los incidentes, en los enfrentamientos con la policía, etc. mientras lo más importante, el problema de fondo, permanece en un segundo plano o directamente escondido, ignorado por la mayoría: la existencia de una cultura y de un vivir que tienen su base en lo cotidiano, experimentos concretos de un vivir diferente, de relaciones político-humanas que no se encuentran basados en la explotacion.
La fuerza de este movimiento, aparte de la tenacidad reflejada durante los ataques más violentos de la policía y del sistema judicial, es un camino concreto de mutuo apoyo y de asamblearismo o democracia directa, que se apoya en la fuerza y en las relaciones cotidianas, en la horizontalidad de las asambleas, en la búsqueda de una autodeterminación de la vida que no abarca sólo a los/as habitantes de Val di Susa, sino tambien todos los que cruzan y viven los territorios de manera consciente, libre y profunda.
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