martes, 24 de enero de 2012

EL ANARQUISMO NO ES UN SISTEMA POLITICO


En la crisis de la libertad y de la dignidad, nosotres no tenemos otra misión que la de la defensa del hombre y de sus afanes, en la medida en que sea factible en el mejor acuerdo con les que sientan lo mismo o de modo parecido pero, si es necesario, soles.

Hay que repetirlo, el anarquismo no es un sistema político ni un sistema económico, es un anhelo humanista que no culmina en una orientación o en una estructura ideales, perfectas, sin rozamiento de intereses ni ambiciones de poder, en las que el ser humano carecerá de problemas, de desajustes y en las que la vida transcurrirá mansamente, dulcemente.

Esos paraísos terrestres los forjan otres y los presentan otres con la ayuda eficiente de pelotones de ejecucción de desafectes; los forja la democracia de los estamentos; los forja la dictadura del jefe que no se equivoca nunca, infalible como los papas; los forja la dictadura del proletariado sometido a un partido único; los forja la dictadura de la burguesía financiera o industrial; los forjan los regímenes parlamentarios en los momentos de una relativa estabilidad social, etc., etc.

El anarquismo no está ligado a ninguna de esas construcciones políticas, aunque tenga que vivir y desarrollarse en ellas, sobrevivir o perecer en ellas, en unas con mayor holgura y en otras con menor, o constreñido al silencio; no está ligado a ellas, buenas, malas, medianas, ni propone un sistema que las sustituya o las supere; se contenta con iluminar sus defectos, sus mentiras, sus insuficiencias (...).

El anarquismo no es una receta política para la felicidad universal, ni un programa económico perfecto, una panacea; más allá de lo que ayer, de lo que hoy puede parecer ideal, hay siempre algo mejor, un resorte irrompible e incorruptible: el ideal. Se ha objetado que esa falta de programa y de concrección es la debilidad del anarquismo, pero esa es su fuerza permanente, su vitalidad, su piedra angular; su lema, su meta es la defensa de la dignidad y de la libertad del hombre, y eso en todas las circunstancias y en todos los sistemas políticos, los de ayer, los de hoy, los de mañana. No agota su vigor en un triunfo eventual, electoral o insurrecional, y se mantiene en su ruta infinita y en su resistencia contra toda forma de opresión de unes poques o de muches sobre el hombre.

Legalmente quedan pocos rastros de la esclavitud y la servidumbre contra la cual se ha luchado de muchas maneras durante siglos, durante milenios; no se puede negar el proceso en ese punto preciso, y ayer la supresión jurídica de la esclavitud pudo ser una meta, el anarquismo tiene ante sí la misión de llevar esa condición lograda a una meta más promisoria, excluyendo las formas nuevas y larvadas de la esclavitud y la servidumbre, entre otras la servidumbre voluntaria.

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