Comunicado del Encuentro Nacional Antirrepresivo sobre los recientes saqueos y la creciente represión en toda la región argentina. Agradecemos la difusión.
Como
en 1989 y 2001, la noticia de un primer saqueo, esta vez en Bariloche,
se reprodujo geométricamente en pocas horas. Siguieron Rosario, Campana y
San Fernando, pero a 48 horas de que los habitantes de los barrios del
Alto barilochense se movilizaran a un supermercado, se multiplicaron
episodios similares en prácticamente todo el territorio nacional, desde
barrios de la ciudad de Buenos Aires, como Balvanera y Lugano, pasando
por Viedma, Cipolletti, Junín, Córdoba, Posadas, Tucumán y Comodoro
Rivadavia, hasta Concepción del Uruguay, La Plata, Villa Gobernador
Gálvez, Resistencia y, desde luego, todo el conurbano bonaerense.
De
inmediato, a la par de la represión, comenzó la búsqueda de
"responsables" para ocultar que, si centenares de personas arriesgan su
vida y su libertad para cargar un changuito con lo primero que
encuentran a mano, lo mínimo que se está expresando es una situación de
miseria y desesperación. En la tarea de deslegitimar el reclamo popular,
todos los gobernantes reaccionaron con las fórmulas de siempre.
"Activistas", "intencionalidad política", "grupos organizados", "los que
buscan el caos", "hechos aislados", son algunas de las frases hechas
que escuchamos de todo el espectro político, gobernante o no, al tiempo
que se repitió el argumento de que "si se llevaron electrodomésticos o
zapatillas de marca, no es por hambre". Como si los pobres, en la
dinámica de la acción de masas de un saqueo, para ser fieles a su
pobreza, debieran elegir la aguja y no el lomo, o sólo tomar de la
góndola fideos, arroz y polenta.
El
contrapunto más visible fue el del gobierno nacional con una parte de
la burocracia sindical. El secretario de Seguridad Berni y el jefe de
gabinete Abal Medina acusaron frontalmente a las CGTs de Moyano y
Barrionuevo y la CTA de Micheli, mientras éstos, al unísono, replicaron
que fue una maniobra del gobierno nacional "para victimizarse".
También
desde el kirchnerismo puro, respecto de Bariloche, su senador Miguel
Pichetto arremetió contra "anarquistas que vienen de organizaciones de
extrema izquierda", con una "postura fuertemente ideologizada" que
combina "sectores del indigenismo duro" con "componentes muy parecidos a
los que actuaron encapuchados en la Casa de Tucumán", a partir de que
"se ha radicado mucha gente del conurbano bonaerense" en los barrios del
Alto. Parece que ya estaban ahí hace dos años y medio, cuando en los
mismos barrios pauperizados estalló la bronca tras el asesinato policial
de Diego Bonefoi.
El
ministro de Justicia y Seguridad bonaerense, Ricardo Casal, en sintonía
con su jefe Scioli, habló de "un movimiento organizado" para asaltar
supermercados, mientras que el intendente de San Fernando, después de
descartar que los saqueos se vinculen con necesidades básicas
insatisfechas ("Acá, hambre no hay", aseguró), responsabilizó al
gobierno nacional y el provincial: "Parecía que la policía provincial y
las fuerzas de seguridad nacionales no existían. ... Yo realmente no sé
si pensaron Nación y Provincia que la seguridad era un problema del
Municipio. La próxima vez voy a trabajar con los bomberos", ironizó, en
la misma línea que un buen grupo de intendentes del conurbano.
Originalísimo,
el santafesino gobernador del FAP, Bonfatti, además de quejarse porque
el gobierno nacional no le mandó los gendarmes que pidió y de repetir
"eso no es hambre", encontró un responsable meteorológico: "Los efectos
climáticos por las inundaciones se usaron para hechos vandálicos", dijo.
Menos originales fueron varias organizaciones "populares" que
rápidamente salieron a aclarar que no tenían nada que ver con los
saqueos.
En
este juego del gran bonete, lo que queda bien claro es que se intenta,
por todos los flancos, eliminar del análisis cualquier mención al hambre
y la miseria de los que todos ellos, gobiernos nacional, provinciales o
municipales, son corresponsables. Por eso, en lugar de "saqueo", hablan
de "robos calificados" (imputación que pesa sobre casi todos los
detenidos a lo largo del país). Por eso repiten "esto fue organizado",
para instalar la idea de que organizarse, para los pobres, es delito.
Que los explotados se organicen, así sea efímeramente y con un alto
grado de espontaneísmo, causa terror a la clase dominante, y por eso
prefieren apelar al absurdo de sostener que tres días de saqueos en más
de 70 ciudades del país fueron parte de un complot, cuyos instigadores
varían según convenga a cada uno.
Pero
con dos muertos confirmados en Rosario, rumores de otros en San
Fernando, varios heridos de gravedad, más de medio millar de detenidos
en todo el país, y barrios y ciudades enteras ocupadas militarmente por
gendarmes y policías, lo único indiscutible es que, frente a las
consecuencias de la miseria, la respuesta unívoca del aparato estatal,
dirigido por el kirchnerismo, el binnerismo, el PJ no kirchnerista, o
quien sea, fue la represión. En eso no se diferencian, y muestran
claramente quiénes son los enemigos de los trabajadores y el pueblo.
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