domingo, 30 de diciembre de 2012

CARACTERÍSTICAS DEL FEDERALISMO LIBERTARIO

CARACTERÍSTICAS DEL FEDERALISMO LIBERTARIO
1.- Los pactos federales se basan en la previa colectivización de los bienes de producción y la
igualdad económica consiguiente. La federación debe apoyarse en la “solidaridad económica”
para poder establecer de una manera real y positiva las relaciones de todos los seres sobre la
justicia formando organismos dotados de igual libertad para pactar, del mismo derecho para protestar.
Donde hay desigualdad no hay libertad. Los pactos deben ser verdaderamente bilaterales,
sinalagmáticos y conmutativos, es decir, gozarán ambas partes o dos contrayentes de mutua
libertad, autonomía y garantía que son inherentes a cada ser.
2.- Las unidades que pactan se llaman, en la ideología ácrata, “naturales”, término que podemos
aceptar siempre y cuando no entendamos por ello ningún tipo de organicismo; es decir, son
entidades en las que la unión entre los individuos tiene una razón de ser, una base “real”, la
propiedad, el trabajo, el territorio, el pasado cultural común; que da pie “racional” para concertar
un pacto que se mantenga por sí mismo, y no “unidades ficticias” creadas por el privilegio
y conservadas por la tradición, como son las circunscripciones legales o administrativas, cuya
última razón de ser es la coacción de la autoridad o el “ciudadane” misme en que se basa el
federalismo clásico.
3.- Los pactos federales rigen a la vez la vida económica y política de la sociedad. Les anarquistas
afirmaron frecuentemente que su federalismo era exclusivamente económico y que la “política”
(gobierno del hombre por el hombre) desaparecería en la sociedad libertaria. Mas si por política
se entiende el mecanismo de elaboración de las decisiones fundamentales en una sociedad,
aunque se disfrace bajo el nombre de “Administración”, “organización social” o “sociología”, no
cabe duda de que está inmerso en la teoría y la práctica del federalismo.
4.- El federalismo anarquista nunca puede llevar a la constitución de algún tipo de poder político,
o de organismo social que sirva de fundamento para decisiones comunitarias no aceptadas por
todas las voluntades individuales. De este modo el anarquismo se aleja una vez más del federalismo
clásico, cuyos pactos no se consideran revocables con suficiente fluidez y las prerrogativas
que se enajenan resultan excesivas, con lo que se pierden de modo irrevocable las libertades
individuales y surgen unidades no controladas por la base; gobiernos, en definitiva, que es justamente
lo que el anarquismo intenta sustituir con sus pactos económicos y políticos. Así pueden
organizarse las unidades superiores de la federación, por medio de comisiones delegadas, con
mandato imperativo y con posibilidad de revocación constantemente abierta, Con lo cual la
delegación ya no es una abdicación de la libertad, sino el cumplimiento del deber más sagrado
en la Anarquía, que es organizar la “administración”. Los pactos mismos habrán de ser como las
delegaciones, limitados, revocables y flexibles.
5.- El principio federal presidiendo la unión de les trabajadores y sus sociedades afectan tanto a
la organización revolucionaria actual como a la sociedad futura. El federalismo anarquista ha tenido
un carácter teórico perfectamente desconectado con el regionalismo hispánico. El principio
federalista conduce lógicamente al internacionalismo, o sea a la organización federativa a nivel
mundial en una “Confederación de Confederaciones” en la más grande y fraternal unión internacional
humana. El internacionalismo verdadero se basa en la autodeterminación y su corolario
es el derecho de secesión.
Como se ve el federalismo profundiza en la unión; mientras que el nacionalismo profundiza en
las diferencias. Ante el poder constituido hay que oponer la resistencia federada de todos los
pueblos oprimidos.

sabilidades recíprocas, la ley de la solidaridad dominante, al mismo tiempo que el respeto y la
práctica de la libertad creadora.
Nuestro federalismo no es separatista. Federares es “hacer alianza, liga, unión o pacto entre
varios”. O más sencillamente, repetimos desde hace un siglo: “Federarse es unirse”, unirse de
abajo arriba, y libremente. Cuando varias entidades, comunas, comarcas o regiones se federan,
se unen. Cuando se dividen o se separan no practican el federalismo. Por todas estas razones el
federalismo es libertario y voluntario.
El federalismo es la colaboración orgánica de todas las fuerzas sociales, de abajo arriba para la
obtención de una finalidad común cimentada en el libre acuerdo. El federalismo no es la disgregación
de la actividad productora, ni el desbarajuste caótico, sino el trabajo y la actuación común
de todos los miembros para la libertad y la prosperidad generales. Es la unidad de la acción que
nace de la convicción íntima y encuentra su expresión en la solidaridad vital de todes. Es el espíritu
de la voluntad libre, que opera de dentro afuera y no se agota en una estúpida imitación de
formas pasadas, que no pueden dar origen a ninguna iniciativa personal.
Solamente una constitución social federalista, apoyada en el interés común de todes y fundamentada
en el acuerdo mutuo de todas las agrupaciones humanas, nos puede salvar de la maldición
de la máquina política que se nutre con la carne y la sangre de los pueblos.
La federación une a los hombres para todos los objetivos que les son recíprocos. Los grupos
federados, lejos de perder su autonomía propia, lo que hacen es fortalecerla. Unión es la multiformidad
de las cosas. Variedad que estrecha y no centralismo que separa. F. Pi i Margall escribió:
“Las sociedades tienen, a no dudarlo, dos círculos de acción distintos: uno en que se mueven sin
afectar la vida de sus semejantes; otro en que no pueden moverse sin afectarla. En el uno son autónomas
como el hombre en su pensamiento y su conciencia; en el otro tan heterónomas como
el hombre en su vida de reacción con los demás hombres. Entregadas a sí mismas, así como en
el primero, obran aislada e independientemente, se conciertan en el segundo con las sociedades
cuya vida afectan, y crean un poder que a todas las represente y ejecute sus comunes acuerdos.”
España no ha estado nunca unida, porque el centralismo, ciego ha destruido toda entente fraternal
y laboriosa, les anarquistas y anarcosindicalistas no queremos la unicidad de España, sino
su integración federal y libre. Toda entidad organizada de manera federativa tiene linderos pero
no límites.

examinamos y comparamos sus diferentes usos: se dice que el Estado está fundado en tales principios;
que tal Estado se fundó en tal año y como consecuencia de tales empresas o actuaciones;
se habla del Estado francés o Paquistaní; se habla, por otro lado, de que hay razones de Estado
para tal o cual medida, y asimismo se cometen ocasionalmente crímenes de Estado; y en suma, se
habla corrientemente lo mismo de Estado y del Estado, que también de un Estado y hasta de los
Estados que componen este mundo. Pues bien, se ve enseguida que esos varios usos no son del
todo compatibles entre sí. Se entrevé ya que la diferencia ha de consistir en algo que se refiera a
las relaciones del Estado con otras cosas: por una parte, con cosas como “gobierno” o “Administración”
o “poder” (todas ellas podrían más o menos reducirse a la de “aparato estatal); por otro
lado, con otras como las de “país”, “región”, o semejantes, de las que la de Estado viene a ser
como una especie de definición o consagración política, de modo que el Estado paquistaní sea la
certidumbre de la noción, más vaga y menos política, de “país paquistaní”, Se va viendo al mismo
tiempo que el primero de estos dos valores de uso está en relación más bien con el empleo
en singular y sin determinaciones, como en “hay razones de Estado” o “al servicio del Estado”,
mientras que el segundo aparece más bien en los usos en plural o con un u otros cuantificadores,
como en “varios Estados han adoptado tal acuerdo”, “Portugal es un Estado democrático”.
Parece que esto de que una palabra tenga valores de uso diferentes y hasta incompatibles entre
sí no tiene nada de particular: lo notable de la de “Estado” es el empleo y éxito con que esta
ambigüedad de sus valores sea disimulado y se disimula, de tal modo que, cuando se nos habla
del Estado español, se nos da noticias sobre las aguas Jurisdiccionales del Estado español o se nos
citan las cifras correspondientes al presupuesto del Estado español para el año siguiente a éste,
nunca se sabe bien, y es poco probable que se ponga uno a averiguarlo, si se nos está hablando
del Gobierno de España o del país que en los mapas se señala como España y en el que suelen
vivir la mayoría de los españoles.
Lo que pasa es que la idea de “Estado” se establece como un compromiso entre una idea clara y
descaradamente definida, que es la de “Gobierno”, y otra noción, vaga y siempre mal definida a
pesar de los políticos, a la que se alude con la palabra pueblo o si se quiere gente (...).
Cuando se inventa pues y se establece una idea como la de Estado, que consigue confundir con
el mayor éxito las nociones contrarias entre sí de “pueblo” y de “gobierno” se ha constituido el
arma más poderosa para cerrar al pueblo en la confusión y la identificación con su gobierno y
para impedir cualquier sentimiento claro de la oposición y cualquier intento de sacudirse el yugo
Vemos pues como el anarquista debe luchar contra esa idea mentirosa que conlleva el término
Estado, y por supuesto jamas debe emplearla en ese sentido.
Otro de los términos sujeto a confusión es el de “Nación”. Es frecuente escuchar a compañeros
que se identifican con las ideas libertarias frases como, ¡Catalunya es una nación!, ¡España es un
Estado plurinacional!, ¡España es una nación de naciones!, y hasta hay quien entiende a la nación
como comunidad humana que habita normalmente en un mismo territorio, con una evolución
histórica más o menos común y con unas coordenadas culturales, lingüísticas, económicas y sociogeográficas
similares, o la comunidad de individuos (pueblo) dotados de autoconocimiento
de grupo, integrados en unos circuitos económicos y sociales, y con voluntad de autogobierno.
En estas expresiones se ve con claridad la identificación de pueblo con nación y este es precisamente
el argumento fundamental de todas las teorías nacionalistas o de lo que se podría llamar
la doctrina central del nacionalismo, en la cual la humanidad está dividida naturalmente en
naciones. Esta también es la tesis que sostiene el colectivo anarco-comunista (marxistas heterodoxos)
vasco “Askatasuna’.
Así los nacionalistas vascos consideran a Euskadi como una nación, es decir, como un grupo
grande, verticalmente integrado y territorialmente móvil que ostenta derechos de ciudadanía
comunes y un sentimiento colectivo junto con una (o más) característica (s) común (es) que
diferencian a sus miembros de grupos semejantes con los que mantienen relaciones de alianza o
conflicto. O sea la nación, según ellos, sería el grupo o pueblo y claro está, el nacionalismo sería

la resistencia colectiva autocentrada contra la dominación extranjera para preservar el grupo y
su cultura, o también podría definirse como movimiento de cariz ideológico para el logro y el
mantenimiento del autogobierno y la independencia en interés de un grupo, algunos de cuyos
miembros creen que constituye una “nación” actual o potencial como las demás.
Los nacionalistas del País Vasco, cuyo nacionalismo puede calificarse de “étnico” en situación de
preindependencia: movimiento ideológico más que político (Como opuesto al nacionalismo
territorial estatista), orientado hacia la preservación de la identidad cultural de la “nación” vasca
y el deseo de autogobierno como un fin y como un medio para tal preservación.
O sea, según ellos puede existir una “nación” sin un Estado-nación, pero lógicamente no puede
existir un Estado-nación sin una “nación” anterior a él.
Según todo esto, España no sería una nación sino un mosaico de naciones, Euskadi sería una de
ellas, gobernadas o constreñidas por un Estado que ejerce una violencia brutal contra las mismas,
Ante esto, los grupos “colonizados” cultural y políticamente, aspiran al autogobierno dentro de
los límites o fronteras tradicionalmente fijados por ellos mismos y no por el colonizador. Así los
nacionalistas vascos han determinado los limites de la nación vasca en los jurídicamente establecidos
para la provincias del norte y del sur de Euskal Herria y que forman en la actualidad el Zapiakbat,
o siete (provincias) en una (Navarra, Alava, Vizcaya, Guipúzcoa, en España; y Laburdi,
Zuberoa, y Baja Navarra en Francia).
Bueno esto es lo que piensan los diversos sectores del campo nacionalista, pensamiento que no
compartimos en absoluto, ya que a nuestro modo de ver hacen una falsa interpretación de los
hechos históricos y de la actual realidad política y social.
Para nosotres, la nación es algo creado artificialmente por el Estado; la nación es un concepto
puramente político, que se realiza sólo por la pertenencia de los hombres a un determinado
Estado. Como muy bien afirma el anarquista alemán Rudolf Rocker:
“la nación es una categoría histórica, que se identifica con la burguesía en su origen, que no se
puede imaginar sin el Estado, está anudada a él en todo y a él debe únicamente su existencia, Por
eso la esencia de la nación nos será siempre inaccesible si intentamos separarla del Estado y atribuirle
una vida propia que nunca ha tenido. Un pueblo es una comunidad bastante restringida;
pero unan nación abarca, por lo general toda una serie de pueblos diferenciados, comprimidos,
por medios más o menos violentos en los cuadros de una forma estatal común.”
Efectivamente, es una monstruosidad teórica confundir al pueblo con la nación; debemos dejar
bien claro que la nación es un producto directo de la sociedad capitalista. La historia antigua y
medieval no ha conocido en realidad la nación, sino únicamente gérmenes de la misma, El fundamento
de la nación es el desarrollo del intercambio sobre la base económica del capitalismo.
La nación se desarrolla en la medida en que se desarrolla el capitalismo, porque es la forma que
corresponde a los intereses de clase de la burguesía. La nación pues es la resultante de la aparición
y el desarrollo del capitalismo. Por tanto la nación constituye una unidad político territorial
producto del Estado. La nación no es la causa, sino el efecto del Estado.
El Estado surgió en todas partes y todos tiempos como resultado de intervenciones violentas de
elementos de tendencias guerreras en la vida de los pacíficos grupos humanos; posteriormente las
agrupaciones humanas fueron transformadas en naciones, es decir en estructuraciones estatales.
Por todo ello, decir que puede existir una “nación” sin un Estado es un absurdo, como así mismo
es insostenible la afirmación de que España es un Estado plurinacional; Euskadi, Catalunya,
Galicia etc., no son naciones puesto que carecen de un Estado propio, y como hemos dicho anteriormente,
la nación no se puede imaginar sin el Estado, está anudada a él en todo y a él debe
únicamente su existencia. Es fácil deducir, a no ser que se posea la inteligencia de alguna variedad
intelectual del burro, que en España, en la artificial nación española, sólo existe un Estado con
sede central en Madrid hasta que no se demuestre lo contrario, y que los diversos pueblos que la

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