Conciencia de clase
Hoy la clase obrera no aspira como antaño a emanciparse de la opresión y la
esclavitud, a expropiar al estado y a la burguesía todos los recursos que
acumulan para que todo el mundo pueda beneficiarse. No, hoy no aspira a destruir a la
burguesía. Hoy desea vivir como la
burguesía.
¿Acaso no te das cuenta de que nunca formarás parte de su casta? Sí, puedes llevar una vida similar a la suya
a cambio de esclavizarte con tu patrón y con los bancos. Sí, te permiten poseer ciertos artículos para
que luego temas perderlos y así te muestres sumisos ante sus pretensiones. ¿O es que creías que la fabricación en serie
de productos extremadamente perecederos y de baja calidad, para que pudieras
acceder a ellos, existe porque vivimos en un estado de bienestar donde todo el
mundo puede tener aquello que desee?
Existe para que puedas consumir más y así ellos tengan que fabricar más,
para enriquecerse mucho más, claro está.
Gastas tu dinero en artículos que tú mismo fabricas. En cambio, no te ganas esos artículos con el
sudor de tu frente, los adquieres gracias a la intermediación de los bancos y
financieras, a los créditos, a las facilidades de pago… todo sea por consumir,
todo sea por enriquecer más al empresario que no trabaja.
La tecnología actual nos permite organizarnos de manera más rápida y eficaz,
permite una mayor comunicación si se utiliza bien. La misma tecnología actual permite aumentar
la producción a pasos agigantados, pero ello no repercute en las mejoras
laborales. Al contrario, en vez de
mejorar las condiciones laborales del trabajador porque la producción aumenta y
los beneficios se multiplican, éste se ve cada vez más abocado a una situación
de esclavitud encubierta. Y puesto que
ha decidido querer ser como los burgueses y ha asumido ciertos créditos con los
bancos, este trabajador ha decidido también no poner en riesgo su lugar de
trabajo. No lo pone en riesgo porque
siente que todo el mundo que ha creado a su alrededor, su casa, su familia, su
coche, la ropa, el agua, la luz, el móvil… que su vida entera depende
únicamente de ese puesto de trabajo, de ese mísero sueldo y de ese empresario
sediento de beneficios. Por lo tanto,
opta por adoptar una actitud egoísta, por pensar “me da igual lo que ocurra, yo debo conservar este puesto de trabajo,
necesito el salario”.
Esta postura se ve más acentuada en los tiempos actuales, en los que no
abunda el trabajo y sobran trabajadores. Sin embargo, tiene su lógica: si la tecnología
permite que aumente la producción con menos trabajadores, llegará un momento
que serán necesarias muchas menos personas para producir la misma cantidad de
bienes o artículos. Este proceso inverso
y paralelo está destinado a colapsarse, creando situaciones extremas de pobreza
y un estrato social muy similar a la de la tiempos feudales. El momento del colapso vendrá cuando ya no
puedan incorporarse más personas al consumo (se incorporó la mujer aprovechando
los movimientos feministas y estos últimos años se ha incorporado a jóvenes y
chavales de muy cortas edades –con juguetes de diseño, teléfonos móviles y
ordenadores a edades cada vez más tempranas, ropas de marca, etc.-, así como a
las clases más humildes con los famosos stocks, los créditos, segundas marcas y
marcas blancas), entonces el sistema de producción necesitará de un máximo de
unidades para poder obtener beneficios (ya que el resto no se venderá) máximo
que obtendrá cada vez con menos trabajadores a medida que avance la tecnología.
Pero no pasa nada, asumida a la fuerza tu actitud egoísta, solamente
importa el momento presente, del pasado reniegas y del futuro solamente quieres
ver sueños, pero nunca la realidad. “Ya pasará… ya estaremos mejor… cuando pase
la crisis, yo…”
Piensa unos instantes, reflexiona… ¿realmente vale la pena? ¿Vale la pena
vivir siempre como un esclavo para poseer bienes que condicionarán tu vida el
resto de tus días? ¿No sería mucho mejor
que todo aquello que acumulan y poseen las clases pudientes, la burguesía, el
estado, la iglesia… fuese puesto en común para beneficio de todos los mortales
y no sólo de unos pocos? Si eres
consciente de que se produce en masa para que consumamos más, si eres
consciente de que sobran recursos para que todo el mundo vivamos en la
abundancia, sin miserias, sin hambres… ¿por qué te conformas con una vida de
miedos, de privaciones, de esclavitud, de angustias… para que ellos vivan con
todos los excesos y comodidades? ¿De
verdad piensas que todo debe funcionar así y ya está? A lo largo de los siglos el ser humano ha ido
conformando su propia historia… ¿por qué no lo hacemos ahora nosotras y
nosotros? Sin nosotros que producimos
todo lo existente en este planeta, ellos no son nadie ni nada.
Tú cultivas los alimentos que sacian los estómagos de todo el mundo, tú
construyes las casas que nos resguardan del frío y del calor, tú produces la
ropa que viste hasta el último habitante de la tierra, tú fabricas, los
vehículos, los electrodomésticos y cualquier bien material que exista sobre la
faz de la tierra. Y en cambio, otorgas
los beneficios a ellos y vendes tu fuerza de trabajo para poder comprar aquello
que tú mismo produces.
Algunos dirán: “si el empresario no hubiese invertido el capital, nosotros no podríamos
trabajar, no podríamos comprar ni la nave ni las máquinas”. En
primer lugar, ¿con qué derecho este
empresario dispone del capital necesario, y tú no? A este empresario
seguramente le echarán una
mano los políticos de turno, con los permisos, licencias, etc. Le
impondrán facilidades. Pero, salvando este hecho y asumiéndolo como
natural aunque en absoluto lo sea, pongamos que el empresario invierte
600.000
euros en una fábrica o empresa, y que este empresario obtenga unos
beneficios
netos anuales de 35.000 euros, cantidad bastante por debajo de la media
real. Pues en menos de 18 años el
empresario habría recuperado el dinero invertido y habría obtenido
beneficios. Y si tenemos en cuenta que
cada año el porcentaje de beneficios respecto a la inversión crece, pues
la
inversión se va amortizando, los beneficios llegan en menos tiempo. El
empresario suele invertir en bolsa, ingresar
a plazo fijo, y ejercer otras operaciones que hacen que sus beneficios
produzcan nuevos beneficios. Con esos
beneficios puede incluso abrir otra nave y otra nueva empresa, cuyos
costes
serán nulos ya que el capital proviene de un beneficio anterior.
Este empresario ha prestado unas instalaciones a unos trabajadores que le
han pagado por poder usarlas en concepto de beneficios, y sus sueldos anuales
equivalen a un porcentaje muy bajo respecto al valor del artículo acabado o
servicio prestado. Es decir, de todo el
beneficio de lo que producen los trabajadores, éstos solamente se quedan una
pequeña parte de este dinero en concepto de salario y todo el resto son
beneficios para el empresario, es como si pagásemos al empresario por trabajar. Así que en unos años, estos trabajadores
deberían de poseer la nave y las máquinas, puesto que ya se las han pagado al
empresario con su trabajo, pero en cambio el empresario seguirá poseyendo la
nave, las máquinas y los beneficios, pasen los años que pasen. Puede incluso que su descendencia continúe al
frente de esta empresa cuyos trabajadores ya le han producido dos o tres veces
su valor.
Este sistema es casi idéntico al sistema feudal, donde el campesino debía
de pagar el diezmo, una parte de su cosecha, al dueño de las tierras que ellos
mismos cultivaban. Este dueño de las
tierras, de no haber campesinos que la cultivasen, solamente hubiese poseído un
pedazo yermo de tierra; pero con campesinos que la cultivasen, se otorgaba el
derecho de llamarse señor y de mandar sobre ellos además de robarles parte de
la cosecha: vivía de estos campesinos,
de su trabajo, y él no trabajaba nunca, nunca se fatigaba ni sudaba para
comer. Sin campesinos, se hubiera muerto
de hambre. Y hace más de mil años que
seguimos igual. De la misma manera, hoy
entregas una parte de tu propia producción al dueño de unas máquinas que sin
ti, nada harían.
Siguiendo con este ejemplo y volviendo al empresario del ejemplo anterior,
si en un momento dado el empresario desapareciese de repente, la fábrica
continuará produciendo pues los trabajadores conocen sus funciones, las
máquinas, los pasos a seguir, todo funcionará perfectamente. Pero si el empresario se levanta un día y de
repente ve su fábrica totalmente vacía de trabajadores, sin nadie que haga
funcionar las máquinas, ello supondría su ruina, no se produciría nada, y ni la
nave ni las máquinas servirían para nada en absoluto.
El empresario, el jefe, el patrón, te imponen sus condiciones de trabajo,
auspiciadas bajo el poder del Estado. Patrón, burgués… son conceptos más
típicos de hace cien años que de este siglo XXI. Pero su contenido sigue presente, sus
significados siguen vigentes… ¿por qué cambiar el significante, el nombre? Bien es conocido por todos el poder del
lenguaje sobre las sociedades.
Recuperemos pues nuestro propio lenguaje, el lenguaje del pueblo
oprimido que quiere liberarse.
El patrón, pues, impone sus propias condiciones de trabajo, cada vez más
explotadoras e indignas para nosotras y nosotros. Pero nosotros, quienes hacemos que se
enriquezcan produciendo y consumiendo, ya no somos capaces de plantarnos ante
este patrón y ante el Estado y decir “¡basta!”.
No somos conscientes de que si nos detenemos, su vida también se
detiene, de que si luchamos, su poder sobre nosotros se desvanece. Pero en vez de decirle al patrón y al Estado
“oye, si yo me planto y no produzco más,
tus fábricas no servirán para nada, así que vas a respetar a tus trabajadores”,
callamos y agachamos la cabeza humildemente, aceptando con resignación toda
agresión laboral a causa del temor a perder este puesto de trabajo. Así, conseguimos que el propio trabajador sea
el primero que teme la organización de los mismos trabajadores, en vez de ser
el patrón quien tema esta organización.
Pero puede llegar el día en que nos plantemos y exclamemos: “nuestros
abuelos, nuestros padres, nosotros mismos ya pagamos con creces todas estas
fábricas, escuelas, hospitales… nosotros las construimos y nosotros las hacemos
funcionar. Sí, nosotros somos quienes
hacemos funcionar la sociedad, y no vosotros, aves de rapiña, que no hacéis
sino entorpecer nuestra evolución hacia una sociedad mayor. Y puesto que nosotros somos el motor de la
sociedad, no queremos lastres en nuestra marcha hacia el futuro. Os desterramos de estas nuestras fábricas, de
nuestros colegios y universidades, de nuestros hospitales, os desterramos de
nuestras vidas. ” ¿Es una locura? Tal vez lo sea, pero lo será para el Estado y
la burguesía. Para nosotros será la
liberación.
Si quieren cerrar una fábrica y desmantelarla para llevársela a otros
lugares, ¿acaso sus obreros no pueden tomarla en pleno derecho y seguir con una
producción que sí tiene demanda? Si
quieren cerrar escuelas y hospitales, o privatizarlos, ¿acaso no existen
bastantes profesionales en situación de desempleo, además de los que estén en
activo y se vean afectados, para continuar con las funciones que desempeñan
estos centros? ¿Acaso el barrio, pueblo
o ciudad afectados no serían capaces de gestionarlo todo comunitariamente, dado
que responde a intereses directos? Creer
que no es posible significa defender la incapacidad del ser humano. Pero el ser humano es capaz de realizar las
más grandes maravillas, no hay más que repasar la historia.
Esto eres tú: la clase obrera. Eres
la clase oprimida, la que trabaja para enriquecer a otros, la que consume lo
mismo que ella misma produce, la que regala al burgués su salud, su esfuerzo y
su propia vida. Y solamente tú, motor de
la vida, motor de la historia, puedes cambiar tu destino. ¿Por qué dejarlo a merced de quienes te
oprimen y explotan, de quienes se aprovechan de ti? ¿Crees de verdad que les interesa mejorar tus
condiciones a expensar de empeorar las suyas?
No seas iluso, no hay más realidad que lo que ellos llaman utopía y tú
estás viviendo en una falsa realidad por ellos creada y controlada.
Piensa, reflexiona, cuestiónatelo todo, y siéntete capaz de todo, pues
realmente lo eres. Piensa si realmente
merece la pena seguir manteniendo este sistema injusto donde unos pocos viven
de otros muchos. El mundo puede ser de
otra manera, y lo sabes.
Salud, anarquía y revolución social.
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