Viernes 30 Diciembre 2011 at 8:14 pm.
Que vivimos tiempos difíciles ya los sabemos. Recortes, reformas, represión, crisis... Y como ya lo sabemos, no vamos a dedicar este editorial a ese tipo de crisis, la crisis del capital, sino a otra muy importante y que nos afecta mucho: la crisis del anarquismo. Podríamos hablar incluso de la gran crisis del anarquismo, en cuanto a la incapacidad que tenemos de hacernos notar en un sentido real y profundo. Se podría decir que hemos sido prácticamente aislados, marginados, y que la sociedad simplemente nos percibe como un aspecto residual de un lejano pasado, o como un grupo pequeño de presión con tácticas e ideas “que van demasiado lejos”. Pero no nos perciben como un movimiento real, tangible, del que se pueda esperar algo y al que se pueda aportar. No “interactúan” con nosotros, salvo honrosas excepciones. Simplemente observan. Y de ahí el eterno debate de qué hacer para llegar a la gente, o para que la gente llegue a nosotros. Y en esas estamos.Precisamente en este contexto nos encontramos otro aspecto importante. En nuestro caso, la crisis del anarquismo se está empezando a parecer mucho a una crisis “de” anarquismo. Con este “de” hacemos referencia al contenido anarquista, el cual está cada vez más ausente de la vida social en general, y del “movimiento contestatario” en particular. Respecto al primer ámbito, poco más podremos aportar acerca de nuestro parecer de lo que no hayamos dicho ya con nuestra militancia diaria. Respecto al segundo, a la carencia de anarquismo dentro del movimiento contestatario, no cabe otra reacción que la de preocuparnos. Y mucho.
Porque quizás con el eufemismo “contestatario” estemos siendo demasiado generales, incluso ambiguos, cuando en realidad quisiéramos hablar del movimiento libertario. Pero quizás con el adjetivo “libertario” estemos siendo demasiado permisivos a la hora de definir métodos y actitudes que poco o nada tienen que ver con los ideales anarquistas. Porque, no olvidemos, que “anarquista” y “libertario” son sinónimos. Lo cierto es que el anarquismo es un ideal amplio y diverso, pero hay algunas cuestiones que lo definen, y que no pueden ser ignoradas por quien se considere dentro de la lucha por tal ideal. Una de ellas es que las tácticas empleadas deben ser coherentes con los principios y los fines del propio anarquismo. Incoherencias que promuevan tratos o comportamientos autoritarios, ya sean por parte de personas o de organizaciones, hacen que automáticamente, quienes las lleven a cabo, se conviertan en enemigos del anarquismo. El reformismo es una de estas incoherencias.
Y también es cierto que en tal situación, entre anarquistas no nos queda otra que unirnos. Debemos trabajar mucho a nivel interno, para que la lucha de cara a fuera sea más efectiva y directa. Debemos poner más cuidado que nunca en no combatir la “crisis del capital” sumiéndonos aún más en la “crisis de ideas”. No se puede entender la una sin la otra, y por eso no es momento de rebajar el discurso para no espantar a la gente, sino mantenerlo para atraerlos. La crisis “de” anarquismo, es el zorro en nuestro gallinero, y se combate con unión, trabajo y coherencia.
Por un anarquismo revolucionario, honesto, coherente y organizado.
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