lunes, 2 de enero de 2012

EL MOVIMIENTO ANARQUISTA Y LOS ORIGENES DE LA FEDERACION LIBERTARIA ARGENTINA


por Pablo M. Perez


PRIMERA ETAPA DEL MOVIMIENTO LIBERTARIO (1890 –1930)

“Los anarquistas no esperan una hipotética madurez
de los tiempos o de la evolución para obrar, porque
saben que la acción es lo que mejor hace madurar la
evolución y los tiempos.”

El movimiento anarquista argentino, nacido en la segunda mitad del SXIX, fue creciendo incesantemente durante varias décadas. La formación de “Círculos culturales”, “Bibliotecas”, “Compañías Filodramáticas”, “Escuelas” y la Federación Obrera lo convierten en la expresión de amplios sectores obreros y populares. Millares de inmigrantes y nativos con su voz negada, sometidos a jornadas de trabajo humillante, hacinados en conventillos, encuentran un lugar donde reivindicarse. Para ellos el hombre no se redime en el cielo sino aquí, compartiendo el banquete de la vida, sin otra autoridad que la libertad, sin jerarquías ni patrones. De esta manera, avanzan generando sus propias respuestas, desarrollando un movimiento cultural alternativo, arrancando conquistas en los lugares de trabajo. No podemos dejar de recordar la estadía de Enrico Malatesta en la década de 1880 o la de Pietro Gori , en 1900, con sus conferencias en todo el país y su seminario en la Facultad de Derecho : ambos le imprimen vitalidad y coherencia al movimiento local.
Pero es en abril de 1902 cuando comienzan a verse los destellos más fuertes del anarquismo. En esa fecha se retiran los delegados socialistas de la FOA y se sientan las bases para la creación de la Federación Obrera Regional Argentina, convirtiéndose rápidamente en el sector más poderoso del movimiento obrero. Paralelamente, el 23 de noviembre el Estado Argentino sanciona la “Ley de Residencia”, una ley a medida de los anarquistas que los somete a centenares de detenciones y deportaciones. El “Orden Conservador” no cesa en persecuciones, lo cual no impidió que el 7 noviembre de 1903 viera la luz “La Protesta” , el mayor diario anarquista argentino y uno de los más importantes del mundo. El anarquismo no dejara de crecer, protagonizando todos los conflictos sociales y luchas populares de aquella primera década del siglo. Las crónicas sobre las enormes manifestaciones callejeras nos muestran una verdadera expresión de masas. Las clases dirigentes no pueden ignorar la presión constante y, en 1904, el Ministro del Interior, Joaquín V. González, eleva un proyecto de ley al Congreso para restringir la jornada laboral a ocho horas y hacer efectiva otras demandas obreras; pero, bajo presión empresaria, la ley no es aprobada. En 1907 el Congreso crea el Departamento de Trabajo, nuevo intento de encausar un movimiento obrero que cuestiona todo el orden establecido. Mientras tanto, en 1905, la FORA ha realizado su V Congreso donde establece como principio el “Comunismo Anárquico”, y no solo el sector obrero se reafirma sino que se realizan diversas experiencias en ámbitos culturales, como la creación de las escuelas “Racionalistas” impulsadas por Julio Barcos. En 1910, “La Protesta” está llegando a su punto culminante, convirtiéndose en el único diario anarquista en el mundo que edita a la vez un vespertino: “La Batalla”. Pero ésta tendrá poca vida, ya que mientras en 1904 la propuesta de Joaquín V. González había sido rápidamente vetada, en junio de 1910, en apenas 48 horas, el Congreso aprueba una nueva ley represiva: la “Ley de Defensa Social”, generando la clausura de los diarios libertarios, la persecución, deportación y cárcel de muchos militantes.
Toda la década de 1900 es de crecimiento, luchas, generación de proyectos y debate interno en el movimiento anarquista. Bajo sus principios de libertad, contrario a la autoridad en todas sus formas, a las jerarquías y por la igualdad del hombre, se encuentran englobadas diferentes expresiones . Estas diferencias pueden rastrearse en las variadas publicaciones editadas en el período, y, si bien “La Protesta” se convierte en el vocero por excelencia del movimiento, grupos con respuestas distintas a la realidad, con una posición diferenciada respecto a la organización y al movimiento obrero, tienen su propia voz, constituyendo un gran abanico libertario que no resta fuerzas sino, por el contrario, amplía la propuesta y permite llegar a más vastos sectores de la sociedad.
¿Cómo medir el peso y la incidencia del movimiento libertario en el proceso histórico de cada período?
Esta pregunta, de difícil solución, nos remite a otra superior. ¿Cuál es el peso de las luchas sociales en su conjunto, en el devenir de la historia, en la construcción de una realidad cotidiana?
William Morris puede acercarnos a la respuesta cuando dice ”....Examiné todas estas cosas, y como los hombres luchan y pierden la batalla, y aquello por lo que luchan tiene lugar pese a su derrota, y cuando llega, resulta ser distinto a lo que ellos se proponían bajo otro nombre...”.
La pretenciosa pregunta que he formulado, preocupación de importantes teóricos, implica un debate y un trabajo en si misma. Sin pretender responderla aquí, creo que debe estar siempre presente, manteniéndola como guía de toda búsqueda más acotada. Si restringimos nuestra mirada a la primera década del siglo, vemos cuanto menos que el anarquismo es gestor de muchos proyectos, representante de amplios sectores, con una Federación Obrera más poderosa que la socialista UGT, con luchas que obligan al Estado a no desentenderse de la problemática social.
¿En cuanto contribuyó la indomable actitud anarquista a la caída del “Orden Conservador” y a la apertura de la representación política? Sin proponérselo, ajeno a componendas parlamentarias y reacio a la política burguesa, tal vez arrinconó a la vieja forma de Estado, la que no pudo mas que abrirse e incorporar nuevos sectores, mostrarse como representante de todos, incluir las nuevas voces, reconocer un nuevo sujeto que hablaba, rugía, reclamaba y cuyo idioma se construía en el movimiento libertario. Pero, para poder abrir el espacio, el Estado tenía que despojar de su identidad a los nuevos sectores; tenía que regalar no ya la igualdad pretendida sino la ilusión de la igualdad; tenía que “construir” ciudadanos argentinos. Frente al “Estado Conservador” no solo estaban los anarquistas, también radicales y socialistas tenían sus reclamos. Pero resulta innegable la incidencia de los anarquistas en la vida política del país. Aquí tal vez valga aplicar la frase anterior de W. Morris, ya que los anarquistas no luchaban por la apertura política, no creían en el parlamentarismo y, a pesar de ello, tal vez sus actos contribuyeron a configurar el nuevo escenario representativo, concesión hecha por el Estado restrictivo a fin de mantener su hegemonía.
Para algunos historiadores, la Ley Saenz Peña, que establece el voto universal, marca el fin de la influencia política del anarquismo. También en el ámbito social y cultural se fue achicando su espacio de desarrollo debido a las modificaciones de la estructura social: con la nueva oferta del ocio dirigida a los sectores populares (fútbol, cine), la reestructuración del espacio urbano (distanciamiento de las poblaciones de los lugares de trabajo) y la agresiva campaña de “argentinización” desde el Estado (símbolos patrios, extensión de la escuela primaria, servicio militar obligatorio). El Estado y la economía capitalista ahora se esparcían y penetraban en aquellos ámbitos que se le habían escapado. En el movimiento obrero también se sintió la nueva realidad política ante un presidente (Hipólito Yrigoyen), elegido por voto universal, secreto y obligatorio. La “acción directa” como método de lucha no dejaba de tener argumentos, pero si de representar a muchos sectores al extenderse desde el Estado nuevos mecanismos de negociación.
No podemos entender la pérdida de peso del anarquismo argentino, a partir de 1910, solo por la represión desatada con terrible ferocidad: allanamientos, fusilamientos, deportaciones y cárcel a miles de personas. Pero tampoco podemos atribuirlo solo a la apertura de la representación política, a la modificación en los hábitos sociales de la población o a la transformación que iba sufriendo el aparato productivo nacional. Y menos a cierta visión marxista que ha identificado al anarquismo con un tipo de trabajador atrasado, rémora de regímenes precapitalistas tendientes a desaparecer. Tal vez todas las explicaciones anteriores (excepto esta ultima) nos acerquen a entender la declinación de un movimiento, pero nos atrevemos a decir que el anarquismo no había desaparecido ni mucho menos. Y mostrará toda su vitalidad durante las dos décadas venideras hasta la segunda etapa libertaria, momento que nos ocupa y que constituye los orígenes de la Federación Libertaria Argentina en el decenio de 1930.
Si en los comienzos el debate interno estuvo cruzado por la adhesión al individualismo, colectivismo o comunismo , el acontecer histórico colocará sobre la arena nuevos ejes de discusión. El Estado cerrado, ajeno y mero representante de las clases pudientes comenzaba a abrirse y, aunque tan solo fuera un alejamiento estratégico de las clases dominantes del control directo de la política para replegarse a un control menos visible pero más efectivo, lo cierto es que el escenario cambiaba y muchos pensaron que las estrategias de lucha también debían hacerlo. De esta forma se produce la fractura de la FORA en el IX Congreso de 1915, que decide sacar, por 46 votos contra 14, la definición del “Comunismo Anárquico” como finalidad y pronunciarse contraria a la adopción de sistemas filosóficos o ideologías determinadas. La fracción minoritaria se mantendrá como la FORA V Congreso y reafirmará sus principios. A pesar del peso de las ideas sindicalistas en la naciente FORA IX, podemos encontrar en ella muchos representantes que adhieren al anarquismo y se han formado en él, sus consignas siguen apelando a la “lucha de clases revolucionaria” y a la “huelga general revolucionaria” incluso durante su continuadora, la Unión Sindical Argentina, en 1922. Habitualmente se atribuye a la USA una extracción puramente sindicalista, sin embargo mantuvo una fuerte influencia anarquista, o más precisamente, anarcobolchevique , donde la Alianza Libertaria Argentina (ALA) supo ejercer su control en una relación similar a la lograda por la FAI con la CNT española . Los orígenes del ALA pueden rastrearse en el Primer Congreso Regional Anarquista de Buenos Aires realizado en octubre de 1922. Allí concurren 84 agrupaciones nacionales, 2 del exterior y 40 representantes individuales, siendo excluidos los anarco bolcheviques, que realizarán su propio Congreso con la participación de 60 militantes representando a 8 organizaciones de la capital y 9 del interior y constituyendo la Alianza Libertaria Argentina el 23 de enero de 1923, en Capital Federal. El 3 de abril ya comienza a salir su órgano oficial, “El Libertario”, que continuará hasta 1932 con un total de 109 números editados.
Los debates fueron intensos y feroces entre ambas corrientes, visibles en los cruces verbales mantenidos por “La Protesta” y “El Trabajo”, luego “Unión Sindical” y posteriormente “Bandera Proletaria”. Pero a partir de 1917, con el estallido de la Revolución Rusa, se había agregado otro tema que sacudiría el ambiente anarquista. El apoyo primario y expectante que producirá el levantamiento del pueblo ruso ante la opresión tiránica de siglos, se irá traduciendo en grupos críticos de la revolución, acentuado por la matanza de anarquistas en Kronstadt perpetradas por el Ejército Rojo, dirigido por Trotsky, y quienes apoyarán la construcción de la URSS a cualquier precio. Este debate aparece en todas las publicaciones de la época y gráficamente retratado en “La Protesta”, “El Trabajo” y “Bandera Roja”. El paso de los años saneara esta polémica, pero cuando al Estado soviético ya no le quede nada de revolucionario y los anarquistas cierren filas en su contra, habrá aparecido en la escena política argentina un nuevo actor imposible de ignorar, el Partido Comunista Argentino.
A los debates anteriores queda por agregar el accionar de grupos menores, pero de gran repercusión y también emblemáticos del anarquismo: “el anarquismo expropiador” o el “anarcobandidismo”, definido así por “La Protesta”.
La década de 1920, con un nuevo Estado, con elecciones universales, con nuevas relaciones entre el movimiento obrero y el gobierno, no fue una etapa tranquila . El fusilamiento masivo de trabajadores rurales en la Patagonia, la matanza de Jacinto Arauz, en La Pampa , el accionar asesino de bandas nacionalistas unificadas en la Liga Patriótica, dirigida por Manuel Carlés, encontraba del otro lado a luchadores dispuestos a armarse, a defenderse, a ajusticiar a sus enemigos y a “expropiar” para financiar sus publicaciones y ayudar a los compañeros presos. Severino Di Giovanni fue el mas legendario de todos ellos y, a su lado, América y los hermanos Scarfó. Miguel Arcángel Roscigna , cerebro de fugas carcelarias impresionantes, inaugura la figura trágica del “desaparecido” en la Argentina, luego de ser detenido por la policía. El grupo de Tamayo Gavilán también debe ser recordado y, sin duda, el rápido paso de Durruti, Ascaso y Jover por la Argentina, con el asalto a la estación de subterráneos de Caballito y al Banco de la Provincia de Buenos Aires, en San Martín. Muy grande debió haber sido el impacto que provocaron estos grupos, perseguidos sin tregua por la policía y el ejército, en fuga permanente y produciendo en muchas intervenciones la muerte de transeúntes casuales. Así podemos entender la posición cada vez mas dura del grupo de “La Protesta”, que los condenó públicamente acusándolos de violencia fascista y negando su anarquismo. Pero frente a ella estaba el grupo de “La Antorcha”, “Brazo y Cerebro”, “Pampa Libre” e “Ideas” (La Plata), que mantuvo una posición cercana. Es que los “expropiadores” vieron pasar millones de pesos por sus manos pero vivieron pobres, ayudando incansablemente a las familias de los presos, editando publicaciones anarquistas como la emblemática “Culmine”, y con finales que son un símbolo de sus vidas (recordemos que Di Giovanni es atrapado en una imprenta revisando la edición de las obras de Eliseo Reclús, Roscigna cae luego de haberse arriesgado para liberar a sus compañeros de la cárcel de Montevideo y Durruti es muerto en la defensa heroica de Madrid).
La década de 1920 fue de duro y sangriento debate dentro del anarquismo , a tono con el ambiente social de violencia y represión estatal, de asesinatos “patrióticos” de la Liga de Manuel Carlés. No podemos entender la violencia entre las fracciones anarquistas sin analizar su contexto social, sin incluir la violencia a que eran sometidos por el Estado, que los arrinconaba, y donde las definiciones políticas eran vividas como una elección de supervivencia. Probablemente esta interpretación sobre la violencia ejercida durante toda la década para dirimir las diferencias políticas dentro del anarquismo no sea completa y otros interesantes factores puedan agregarse (en la década siguiente la represión estatal será feroz bajo la dictadura y, sin embargo, el movimiento se apresta a encontrar otros mecanismos para saldar las diferencias; allí comienza a nacer la Federación Libertaria Argentina), pero sin duda es un elemento a considerar.
La intención de este trabajo no es definir las aristas que delimitan el corpus anarquista, incluyendo y excluyendo a las fracciones del movimiento, estableciendo una ortodoxia o un pensamiento definitivo para el “anarquismo”. Como sabemos, el desarrollo del pensamiento libertario englobó en todas las épocas diversos matices y también a aquellos que pretendieron atribuirse la condición de verdaderos portavoces de “La idea”. “La Protesta” y la FORA V fueron quienes cuidaron estrictamente los postulados, pero ¿qué podemos decir del “antorchismo”, del “anarcosindicalismo” de la ALA, de los “anarcobolcheviques”, del anarquismo “expropiador”, y aún de aquellos libertarios individualistas que no se encuadraban en los grupos anteriores? ¿ Cómo juzgar sus ideas cuando su accionar fue de liberación frente al capitalismo, reacio a la formación de jerarquías y en pos del enaltecimiento del oprimido? Mientras en décadas anteriores las diferentes miradas ampliaban la llegada a crecientes sectores sociales, ahora no había cabida para disidencias y la violencia dirimía las disputas. Las transformaciones económicas, políticas y sociales colocaron en disyuntivas imposibles de prever a un movimiento que había gozado de eco en amplios sectores bajo sus límpidos principios. ¿Sus principios debían ser mantenidos a costa de una menor representación en las masas? Y si se elegía esta opción, ¿cómo operar sobre la realidad, cómo mantener el sueño del derrocamiento del capitalismo, cómo hacer política? Recordemos situaciones similares en otros movimientos, me refiero a la II Internacional, a la que no pertenecían los anarquistas . Valga citar a Karl Kautsky, Rosa Luxemburgo y Jean Jaurés, quienes con posiciones irreductibles, pudieron convivir en la II Internacional en un debate firme pero reconociéndose como interlocutores. Tal vez allí el encuentro entre la teoría y las masas haya sido lo que permitió encontrar en un mismo vehículo a Kautsky, Luxemburgo y Jaures. O, mejor, fue el accionar masivo del proletariado, organizándose, combatiendo y cuestionando las bases mismas del capitalismo, lo que permitió construir una imagen esperanzadora sobre la historia y adoptar como teoría las diferentes vertientes en diálogo. En definitiva, la existencia de un sujeto revolucionario. Posteriormente, la Primera Guerra Mundial, la derrota de los procesos revolucionarios de fines de la década de 1910, mas adelante la estalinización de los partidos comunistas, la capacidad del capitalismo para encontrar fórmulas anticíclicas mediante el Estado y la carencia de movimientos revolucionarios en los países industriales más avanzados, romperá la posibilidad de diálogo y construcción, cristalizando en sectores bien definidos, hasta la eliminación violenta de los opositores. En palabras de Perry Anderson: lo que se había producido era “...una ruptura en la unidad entre la teoría socialista y la práctica de la clase obrera...” .
Esta disgresión hacia el campo marxista busca su confluencia con el tema que nos ocupa en un solo punto: había terminado, por ahora, la adopción y creencia de las masas en un cambio revolucionario, en la caída abrupta del capitalismo. Una frase de Antonio Gramsci podría resumir este período: “Pesimismo de la razón, optimismo de la voluntad”.
Dentro del anarquismo son otras variables las que entran en juego, ya que no es una teoría acabada la que presupone la caída del capitalismo, ni la sucesión de modos de producción lo que augura la llegada del socialismo. Es mas fuerte aquí tan solo la potente voz que reclama justicia, la indomable actitud contra toda forma de explotación, el sensible grito ante la opresión. Así puede entenderse la actitud solitaria y reivindicativa de tantos anarquistas como Radowitzky, Wilckens y Wladimirovich, y si bien se considera que donde haya opresión deberá haber un acto de rebeldía, todo ello estaba enmarcado por la idea firme de que el mundo libertario sería alcanzado pronto, de que el capitalismo caería inevitablemente.
Ahora bien, al comienzo de éste trabajo dijimos que el anarquismo no estaba muerto ni mucho menos en 1910. Y, si esto es cierto, lo es en la medida de reconocer que el anarquismo ya no era el mismo. Ahora se veía tensionado en diversos sectores, nutrido de nuevas prácticas ante una realidad cambiada y aún con una fuerte vocación de incidencia en el escenario argentino. La FORA acusa al resto, tal vez con razón, de desviacionismo. Pero sin reconocer que su purismo la aleja y la reduce cada vez más. Los otros buscan nuevas formas de articular las ideas libertarias, de operar en una realidad cambiante, pero sin visualizar que ahora están a distancia de una época en que la caída de todo un sistema parecía inminente.
Entonces: ¿Cómo operar sobre la realidad?, ¿cómo realizar una construcción política de ahora en más?
El tiempo, y más precisamente la década de 1930, irá dibujando en el movimiento libertario esta búsqueda de respuestas.


SEGUNDA ETAPA DEL MOVIMIENTO LIBERTARIO

“Hay anarquistas comunistas, colectivistas e individualistas;
hay anarquistas irreligiosos y religiosos; hay quienes creen
que el concepto de organización es parte integrante de la idea
anarquista y hay quienes creen que en la organización hay
contradicción lógica y material con la anarquía; y cien criterios
diversos y a menudo contradictorios los dividen en las cuestiones
de táctica. Discuten, polemizan, se trenzan; pero en medio de todas
las divisiones, una idea común los caracteriza y les da derecho a
reivindicar la calificación de anarquistas. Y esta idea es la negación
de la fuerza física empleada por el hombre sobre el hombre, como
factor de orden y de evolución social”.

El 6 de septiembre de 1930 el General Uriburu inaugura la historia de los golpes de Estado en la Argentina del SXX. El presidente Yrigoyen entregará un triunfo a los anarquistas meses antes de ser derrocado: el indulto a Simón Radowitzky. Pero esto contribuirá a la irremediable caída del líder radical. Inmediatamente, todas las publicaciones anarquistas fueron prohibidas y sus locales allanados. Se desplegará uno de los momentos de mayor represión para el movimiento. Sorprendido en medio de divisiones internas, desarticulado y sin capacidad de respuesta, sufrirá cientos de detenciones, encarcelamientos en Ushuaia, deportaciones, fusilamientos y torturas. A la hora del resguardo de nada le ha servido a la FORA mantenerse a distancia de lo que define como un conflicto dentro de la burguesía, y a “La Protesta” tampoco le fue útil despegarse de los sectores violentos del anarquismo convencida de tener un rostro más humano. Ante la dictadura se borran todas las diferencias. Para el autoritarismo no existen grises sino un solo enemigo. Las sutilezas no son su fuerte y la picana nacerá como síntesis de su discurso.
Paradójicamente, la represión sirvió para reflexionar sobre la puja a ultranza mantenida en los años ’20, parecía un escarmiento de la historia que castigaba violentamente a quienes se habían relacionado con violencia, invitándolos a unirse contra el verdadero enemigo. La dictadura dio el marco concreto para generar la unidad: el cuadro 3º bis de la cárcel de Villa Devoto , donde habían confluido cientos de militantes de distintas tendencias, muchos como paso previo al traslado a Ushuaia. Los libertarios, luego de varias disputas , logran desalojar a los comunistas del pabellón, situación que debe haber contribuido al reconocimiento y cohesión de su identidad, a hermanarse en esta batalla secundaria pero que no era menor para el pensamiento anarquista. Ahora el espacio estaba completo para comenzar las discusiones, sus miradas se corrieron hacia la autocrítica y produjeron un hecho impensable tiempo atrás: 300 militantes de todas las tendencias, en septiembre de 1931, organizaron en la cárcel un Congreso . Era el comienzo de la unidad y la reconstrucción, pero a la vez el nacimiento de un nuevo tema de discusión: la creación de una organización “específica” del anarquismo que lograra coordinar y unificar sus fuerzas. El “especifismo” no era en verdad un tema nuevo: siempre se había rondado la idea de construir una organización “madre” y el I Congreso Regional de 1922 pudo haber iniciado este camino. Lo cierto es que, íntimamente, todos coincidían en reconocer a la FORA como organización “finalista” y alejarse de construcciones mas propias de partidos políticos burgueses o autoritarios. En definitiva, era el proletariado bajo sus principios federativos la verdadera expresión del anarquismo local , su herramienta de lucha y tal vez el embrión de la sociedad futura . Pero, ¿acaso la FORA no tenía cada vez menos peso dentro del movimiento obrero? Y por otro lado, ¿cómo coordinar a sectores crecientes como el movimiento estudiantil o los núcleos culturales? Estas preguntas fueron claves a la hora de definir la creación de la organización, parecía que el anarquismo había comenzado a variar en su composición.
Pero 1930 es también la década que marca el fin del modelo agroexportador argentino, es la crisis final del sueño “armónico”, como granero del mundo, que nos había deparado la división internacional del trabajo. Y con ello toda la estructura productiva se irá transformando, acelerando los cambios ya perfilados durante la Primera Guerra Mundial. Esto rehabilitará el debate entablado en la década anterior entre aquellos partidarios de la organización por oficios o por industrias. La FORA se mantendrá fiel a sus principios federativos oponiéndose a todo tipo de organización por industria. Esta posición, que ya había decidido a muchos sindicatos a incorporarse a la USA, ahora producirá que otros anarquistas propicien la creación de grupos intersindicales en los gremios “reformistas” y que reconozcan las transformaciones en el capitalismo como un dato objetivo con el cual tendrán que operar.
Con estos puntos centrales de discusión: superar las diferencias fratricidas de la década anterior, crear una organización “especifica” del anarquismo, y revitalizar la FORA sin dejar de tener en cuenta otras formas de participación sindical, se propiciará un gran encuentro en septiembre de 1932 en Rosario, el II Congreso Regional Anarquista .
Todos los sectores contribuyeron a su realización, La Protesta instó desde sus páginas a la elaboración de ponencias delineando los ejes de discusión mediante una encuesta destinada a sus lectores y varios militantes recorrieron el país, rehabilitando las viejas prácticas “linyeras” , para conectar a los grupos e instar a su participación.
El 13 de septiembre de 1932 comienza el Congreso con la participación de 53 delegados en representación de 30 organizaciones de todo el país . Se había abierto una vez mas en la historia anarquista un ágora de intercambio, construcción y reconocimiento. Pero, ¿se habían diluido realmente las diferencias para permitir la unidad? En verdad, lo que pareció suceder es que caducaron ciertas discusiones y se instalaron otras, producto de otra coyuntura histórica y del reacomodamiento de grupos y militantes ante nuevas disyuntivas. De esta manera encontramos ahora a representantes del grupo “La Antorcha” unidos a la FORA y apoyando el dictamen de minoría en el Congreso (3 votos), mientras 49 delegados avalan la conformación de una organización específica libertaria. Las principales resoluciones que brindó el encuentro instaron a crear una organización federativa de grupos que pudiera contener a todas las vertientes, en amplia libertad y, a la vez, seguir otorgando a la FORA la calidad de organización finalista del anarquismo. ¿Por qué la FORA se oponía, entonces, a la formación de la organización específica ? No podemos omitir que otras resoluciones también impulsaban la formación de grupos intersindicales por fuera de la FORA y en sindicatos opositores. La disyuntiva estaba planteada: resistir dentro de la FORA y empujar desde allí para que los obreros percibieran la verdadera lucha y nutrieran sus filas, o reconocer la pérdida de la hegemonía anarquista dentro del movimiento obrero y actuar como tal en otros sindicatos. El Congreso, sin aceptar totalmente la segunda opción, votó por el reconocimiento tácito de la realidad, convencido de una táctica que devolvería al anarquismo las masas obreras perdidas. Si, luego de 70 años, a esa táctica la vemos como infructuosa, William Morris viene nuevamente en nuestra ayuda, ya que éste segundo encuentro de Rosario, sin conseguir sus objetivos revolucionarios, siempre abiertos y presentes, generó el Comité Regional de Relaciones Anarquistas, que revitalizó todo el movimiento en el país y le inyectó nuevos bríos al ideal libertario. Ya en septiembre de 1933, hizo nacer “Acción Libertaria” como su vocero, retratando casi cuarenta años de historia, hasta su desaparición en marzo de 1971.
El CRRA tuvo una importante labor en la organización de la militancia, logrando que los 6 comités zonales establecidos en el Congreso de Rosario (Rosario, Resistencia, Bahía Blanca, Santa Fe, Tucumán y Capital), aumentaran a 16 en septiembre de 1933 y llegaran posteriormente a 30. Logro la conformación de una agrupación intersindical en el gremio de la indumentaria, la reorganización de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario y la constitución del Sindicato de Obreros Tranviarios y Anexos en Capital, de expansión en todo el país (autónomo, no adherido a la FORA).
La FORA, mientras tanto, tendrá dos importantes actuaciones a principios de la década: la huelga portuaria en enero de 1931, y en julio, ante la llegada de un buque nazi, la agitación y la huelga convocada por la Federación Obrera Local Bonaerense. Ahora, mientras las actividades del CRRA crecían, conectando zonas y preparando a todos los militantes del país para un próximo congreso que hiciera nacer la “Organización Especifica”, se esperaban los resultados de la Asamblea General de la FORA, a realizarse en octubre de 1934. Si bien era conocida la opinión contraria de la mayoría de los foristas a la formación especifista, se esperaba que influyera la mayoritaria votación del congreso de Rosario. Pero finalmente, las resoluciones aprobadas por la FORA no fueron alentadoras para quienes impulsaban los acuerdos de 1932: se reafirmo la organización por oficios, la posición contraria a las comisiones intersindicales y la opinión “antiespecifista”, asentando una dura postura contra la organización libertaria naciente. Ante esto, el CRRA opto por definirse abiertamente a favor de impulsar el trabajo en los sindicatos por rama de industria. La brecha estaba abierta nuevamente.
Si embargo, esto no malogro el objetivo, y el trabajo desarrollado por el CRRA, durante tres años, pudo concretarse en octubre de 1935, al realizarse el Congreso Constituyente de la Federación Anarco Comunista Argentina (FACA).
La FACA, primera organización especifica anarquista de la Argentina, establece su sede de correspondencia en la Capital Federal, y comienza a desarrollar múltiples actividades en todo el país, en continuidad con las desempeñadas por el CRRA. Podemos destacar la intensificación de la campaña por la libertad de los presos de Bragado: Pascual Vuotto, Reclus de Diago y Santiago Mainini, torturados y condenados por un crimen no cometido en 1931. Se editaron miles de ejemplares del periódico “Justicia” , vocero de la campaña, y se recorrió todo el país realizando actos, soportando la persecución y el asesinato , hasta lograr el indulto en 1942.
En 1936 se produce uno de los hechos mas importantes para el anarquismo mundial. El levantamiento del general Franco contra la República Española desencadeno la Guerra Civil, pero también acelero el proceso revolucionario que venia gestándose y que tenia como protagonista al poderoso movimiento anarquista español. El movimiento ácrata cumplió un papel decisivo en la derrota de los sublevados en varias ciudades, y logro controlar importantes zonas, desarrollando su labor de construcción revolucionaria. Así nacieron las colectividades de Aragón, y la colectivización de industrias y servicios en la mayor parte de Cataluña. En la Argentina, la FACA realizo una campaña importante a favor del movimiento español. Intervino en la formación de numerosos comités populares de Ayuda a España. Fundo, de acuerdo con la CNT y la FAI española, el Servicio de Propaganda de España, editando la revista “Documentos Históricos de España”, e impulso la formación de la SIA (Solidaridad Internacional Antifascista). Se designaron tres militantes como delegados en España: Jacobo Prince, Jacobo Maguid y José Grunfeld, quienes ocuparon cargos de máxima responsabilidad en el diario confederal “Solidaridad Obrera”; en el órgano de la FAI, “Tierra y Libertad”, y en la Secretaria Peninsular de la FAI, respectivamente.
La década de 1930 fue de formación y crecimiento para la FACA, en duras condiciones de represión, que habían diezmado al movimiento en el comienzo de la dictadura. En 1939, con una estrategia de ampliación y junto a hombres que no eran libertarios, se crea la revista “Hombre de América”. Y en 1941 nace el periódico “Solidaridad Obrera”, como expresión de un importante sector de gremios autónomos orientados por la FACA. En 1946, la constitución de la editorial “Reconstruir”, fue de notable importancia para la difusión de las ideas libertarias, editando decenas de folletos y libros, hasta nuestros días.
La derrota en la Revolución Española y el comienzo de la Segunda Guerra Mundial reavivaron las campañas antimilitaristas, así como la ayuda a todos los refugiados. En este marco se inicio una campaña para auxiliar a los compañeros sobrevivientes del terror nazi enviando ropa y víveres a Alemania.
El enorme impacto represivo que causo el fascismo en todo el mundo, su expansión, el surgimiento del régimen nazi y la existencia en la Argentina de grupos que asesinaban a los obreros y que apoyaban esas tendencias, genero un clima político que busco evitar el nacimiento de movimientos similares en el país. El peronismo parecía reunir las condiciones de un movimiento fascista vernáculo, construyendo su base de sustentación en la masa obrera, organizada en sindicatos impulsados desde el Estado y con un sesgo autoritario. La mayoría de los libertarios no dudaron en atacar al Estado peronista, recibiendo cárcel y clausura de sus periódicos: en 1946 se creo el periódico ‘’Reconstruir”, que sufrió procesos por desacato y secuestros de ediciones, trasladando su impresión a la ciudad de Rosario, y en 1952, fueron encarcelados los obreros portuarios de la FORA.
El año 1945 fue otro punto de inflexión para la historia argentina. Juan Domingo Peron llega a la presidencia y con el se produce uno de los grandes cambios del siglo. La crisis terminal del modelo agroexportador argentino, que tanto provecho genero hasta la década de 1930, y las condiciones creadas por la Segunda Guerra Mundial, impulsaron a sectores de la burguesía nacional a la construcción de un proyecto de desarrollo interno. La industria nacional y, sobre todo, el control estatal de la economía, serán los pilares del peronismo. Junto a ello, la necesidad de crear un mercado interno de consumo creciente que posibilitara la producción nacional. Los cambios sociales y políticos producidos a partir de lo anterior fueron de tal magnitud que generaron un movimiento de masas de importancia mundial. La sindicalización obrera ascendió de 500.000 a 2.500.000 de afiliados y los beneficios obtenidos por los trabajadores, en condiciones de pleno empleo, produjeron un corrimiento rápido de adhesión al peronismo. Esta actitud de la mayor parte del movimiento obrero, que se prolonga hasta nuestros días, relego al olvido la riqueza de las experiencias anteriores, produciendo una invisibilizacion, sobre todo del movimiento anarquista.
Ahora bien, la construcción del discurso peronista se nutrió de reivindicaciones obreras existentes, apelo a la dignificacion del oprimido y aludió para ello a la exaltación de la "patria”. Pero, si en las décadas anteriores se recurrió a la patria desde el poder y contra los obreros de ideas “extranjerizantes”, ahora se empleaba para designar a aquellos que habían ocupado el “subsuelo” de la nación. El verdadero hacedor de la patria era entonces, el pueblo trabajador, aquel que forjaba con su esfuerzo las riquezas nacionales. El movimiento obrero, que durante décadas había construido sus reivindicaciones en oposición directa al concepto de patria, entendiéndolo como la raíz del militarismo, las guerras y el aprovechamiento de la burguesía, veía ahora que sus reclamos se vehiculizaban a través de ella. El trabajador comenzó a ser protegido por una legislación inexistente tiempo atrás, la redistribución del ingreso nacional se volcó hacia los mas desfavorecidos, los sueldos aumentaron, muchas reivindicaciones de socialistas y anarquistas comenzaron a cumplirse y millones de personas comenzaron a acceder a beneficios antes negados.
Pero, si los beneficios económicos y sociales fueron reales, y la explotación descarnada que realizaba la elite fue restringida, la dignidad alcanzada distaba de los postulados revolucionarios de la primera mitad del siglo. El mejoramiento de las condiciones sociales pareció reconstruir al movimiento obrero, y encauzarlo con un sentido de pertenencia e inclusión. Las luchas ya no estaban dirigidas a la emancipación del genero humano, a derribar las fronteras que separan a los hombres y derrocar al capitalismo. Y la dignidad pretendida tenia un recorte en los ideales mas altos, nacidos en los movimientos revolucionarios.
En este sentido, si la apertura del Orden Conservador al voto universal, significo una inclusión de amplios sectores en la representación política, el peronismo conformo una segunda etapa de apertura, ahora en la esfera económica y social, y una construcción de pertenencia en el ámbito capitalista. Habrá que esperar algunas décadas para que una nueva fase del sistema capitalista deseche la necesidad del pleno empleo y consumo masivo para realimentarse, y pueda acomodar su acumulación junto a la exclusión de grandes masas del mercado laboral y de consumo.
La posición asumida por la FACA frente al gobierno peronista quedo plasmada en el periódico “Acción Libertaria”, como así también en las Resoluciones y Declaraciones de los distintos Congresos y Plenos nacionales, celebrados por la organización.
Desde la formación de la FACA, hasta su designación como Federación Libertaria Argentina, se sucedieron seis grandes encuentros:
- Diciembre de 1936: Pleno Nacional de agrupaciones Provinciales.
- Febrero de 1938: Primer Congreso Ordinario.
- Julio de 1940: Segundo Congreso Ordinario.
- Octubre de 1942: Pleno Nacional de agrupaciones y militantes.
- Diciembre de 1951: Tercer Congreso Ordinario.
- Febrero de 1955: Cuarto Congreso Ordinario. Nace la F.L.A.
Si en esta fecha las ideas anarquistas habían dejado de ser una expresión de masas y de representar al movimiento obrero mayoritario, sobresale la continuidad y el desarrollo conseguido por la organización especifica. Mientras el anarquismo se veía relegado en su expresión obrera a un espacio cada vez mas reducido, se desarrollo una nueva forma de canalizar los ideales libertarios que, sin dejar de estar inmersa en el retraimiento general del movimiento, pujaba por demostrar la vigencia de las ideas anarquistas. Esta nueva etapa histórica, vivida por los protagonistas bajo la necesidad de un cambio de estrategias, que articulara la militancia no incluida en la FORA, insuflo fuerzas al movimiento y genero la Federación Libertaria Argentina, en actividad permanente hasta nuestros días. Sin perjuicio de la FORA, quien supo englobar a miles de trabajadores en las décadas anteriores, se había abierto una nueva etapa, que propiciaba otro tipo de militancia. Aunque para ambos solo quedaba reservado un lugar de minorías.
Ahora bien, reconociendo lo anterior, no puede decirse que las ideas anarquistas hayan fenecido. Ni tampoco que al adoptarlas grandes contingentes humanos fueran de mayor acierto. Esto ultimo solo expresaría un especial clima de época, donde mayorías estarían dispuestas a romper con los valores que sustentan todo un sistema. Posibilidad siempre abierta, en esta etapa corta de la historia que es el capitalismo, y donde las ideas anarquistas, a través los interrogantes planteados sobre la igualdad y la libertad, continúan expresando su vigencia y, sobre todo, en su grito firme contra toda opresión.












EPILOGO

Este pequeño trabajo tiene como única finalidad ofrecer un panorama general, reconstruido en gran parte con las publicaciones existentes en el Archivo , y ensayar una serie de preguntas a nuestro parecer importantes.
El período tratado puede dividirse en mucho mas que dos etapas. Por ejemplo, hasta 1900, momento de predominio de la tendencia “organizadora” en Argentina y comunista anárquica en el mundo. O 1912, con la apertura hacia el voto universal, secreto y obligatorio, preludio de la ruptura de la FORA. O 1945, con la llegada del peronismo y, de hecho, momento de corte de las publicaciones de éste catálogo, etc. Pero creemos que las dos etapas propuestas están justificadas como un primer momento de organización, crecimiento y división, y un segundo de unificación y reconstrucción.
Mas arriba dijimos que el anarquismo contuvo, en un gran arco de claros principios, diversas corrientes, donde sus “certámenes’ y “concursos” reflejaron el diálogo y el crecimiento mediante el firme debate. Contextos históricos determinados permitieron la confluencia, el reconocimiento del interlocutor y el ofrecimiento a la sociedad de un abanico de opciones libertarias; otros contextos, la puja violenta. Unos, la adopción por importantes contingentes humanos de la idea anárquica, y otros, el divorcio entre las masas y el ideal libertario. Si tal vez fue el especial “clima de época” revolucionario lo que permitió esa maravillosa amalgama, si no podemos estar seguros de cómo o cuando volverá a suceder una situación similar, de algo nos queda la convicción. El sistema capitalista muestra su esencia en la creación permanente e inagotable de bienes, en la apertura de nuevas fronteras tecnológicas en forma constante, en la destrucción de su propia creación para elevarse posteriormente sobre ella con creaciones aún más complejas. En la transformación también, entonces, del mundo cultural y simbólico con la invención perpetua de nuevas subjetividades. Pero, a la vez, con la imposibilidad de darle solución a problemáticas básicas, con superabundancia de bienes pero con mortalidad por desnutrición, con viajes turísticos al espacio pero pobreza ofensiva, con la generación de ilusiones publicitarias y la negación de posibilidades a millones de personas. Ante esto, la lucha continua en las calles y los sueños revolucionarios e “imposibles”, surgen como el producto de una realidad conocida, son los márgenes extremos de ella. Soñamos con la dulzura de la máxima expresión de lo que conocemos, hemos imaginado su sabor y podemos paladear su reflejo algunas veces en la vida, por eso luchamos. Pero, sobre todo, la lucha surge firme, indomable, regenerada a través de los tiempos, ante el contraste que se abre, abismalmente, en la mayoría de los momentos históricos, entre los sueños generados por la realidad y las muertes miserables de millones de personas que se arrastran para sostener el placer limitado de aquellos que no sueñan.
Valga este catálogo, entonces, para desenterrar y reavivar sueños y hacer de ellos una nueva realidad.
Pablo M. Perez

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HISTORIA DE LA FEDERACION LIBERTARIA ARGENTINA 

 

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