miércoles, 18 de enero de 2012

Amigos del alma

miércoles 18 de enero de 2012


Bastante se ha hablado y escrito en los últimos días sobre Manuel Fraga Iribarne, el recien difunto facho-falangista reciclado en "demócrata de toda la vida", que jamás rindió cuentas por su pública complicidad en las tropelías del tardo-franquismo y la sedicente "transición" española, entre otros pendientes de su prontuario.

La derecha le ha recordado con ropajes de sabiduría y moderación, mientras que la izquierda autoritaria repite las acusaciones que acostumbra para personajes de este talante cuando pasan al otro barrio. Pero muy poco o nada dicen unos u otros de un vínculo notable y continuado que mantuvo Fraga a lo largo de su trayectoria pública: las relaciones estrechas y de vieja data con Fidel Castro, que hicieron que desde los años 60 fuese operador fundamental en las conexiones entre el Reino de las Españas y el gobierno cubano, tanto en lo que corresponde a asuntos político-diplomáticos como en tramoyas de "business".

Queriendo subsanar en parte ese curioso "olvido", aquí van dos notas del periodista gallego Manuel Jabois referidas a cómo se manifestó cálidamente esa entrañable complicidad a raíz de la visita que en 1992 hiciera Castro a la península ibérica y al terruño de su padre, donde fuera huesped más que festejado de Fraga, quien compartía con su invitado la condición de cacique máximo casi-eterno, uno en la isla de la Caridad del Cobre y el picadillo, otro en la comarca de Santiago y la empanada.

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http://www.penultimosdias.com/2012/01/16/fidel-castro-manuel-fraga-la-revolucion-era-una-aldea/

Fidel Castro / Manuel Fraga: la Revolución era una aldea

Por M. Jabois (noviembre 2008)

Para celebrar por todo lo alto el V Centenario de la conquista española de América, Fidel Castro conquistó Europa. Empezó por Láncara, el terruño lugués de su padre, una aldea verde de ríos y terneras a la que salió a recibirle Fraga. Nada en la foto que les tomó Pepe Ferrín tiene desperdicio, empezando por la corbata del presidente gallego, que aparece con rostro idéntico al que presentó una década después en cartel electoral: Fraga es un antepasado de sí mismo. En la imagen está la ortodoxia comunista dictatorial de verde oliva cerrando los ojos con la copa en alto y el Zelig de la derecha primero franquista, luego democrática y ahora además, en el luminoso estertor, de moderadas posiciones para espanto de los curas del PP. De los dos se pueden escuchar las mayores atrocidades y los elogios más ruborizantes. Castro inauguró su régimen de libertad enchironando maricas y fusilando a cientos de infieles y Fraga fue el ministro de una dictadura vengativa y entregada a la sacristía de un Dios piadoso que se debatía entre el asco y la nostalgia. Sus fieles dirán que el cubano es un revolucionario que acabó con una dictadura militar de casino y putas en el nombre de un socialismo fundado en la igualdad de oportunidades y que el gallego es el superdotado del Estado en la cabeza que llevó de la manita como un Moisés de cólera famosa a una derecha pistolera por los mares de la Transición. Los dos han sido como una lluvia violenta que lo ha empapado todo en Galicia y Cuba en las últimas décadas. Castro, al borde del llanto, se declaró en aquella aldea “hijo legítimo de Galicia”. El pueblo entero vitoreó en las calles al dictador, al que Fraga ofreció “nuestra casa, no exenta de problemas, pero abierta a todos”. Poco después rompió a llorar cuando recordó la emigración a Cuba y la historia de su padre. Disfrutaron ambos de una romería con pulpo, empanada y sardinas, y acabaron la tarde felices jugando una partida de dominó que ganó Fraga. La Revolución, debió pensar esa noche Castro al meterse entre sábanas, era una aldea.

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http://diariodepontevedra.galiciae.com/nova/50382.html

Cine: La Revolución era una aldea

M. Jabois (16/03/2010).

A finales del caluroso julio de 1992, dos días antes de que Fidel Castro llegase a Láncara, el pueblo lucense de su padre, el dictador cubano asistió en Sevilla al día de Iberoamérica en la Exposición Universal. De traje y corbata, Castro estuvo rodeado de periodistas, y en un momento dado arreó un pescozón a un reportero de Radio Martí, emisora con base en Miami. «¿Agustincito, qué haces tú por aquí?». «¿Cuándo vas a cumplir lo que nos prometiste en Sierra Maestra?», respondió el periodista. Castro ensombreció la mirada: «Hoy no hago declaraciones».

En el pabellón de España, minutos después, y tras los brindis del Rey a los postres, Castro tomó la palabra para agradecer a don Juan Carlos el trato. «¡Me declaro realista!», dijo entre las carcajadas de la práctica totalidad de presidentes latinoamericanos. Felipe González le contestó guasón que había elecciones en un año y por tanto le quedaban doce meses de campaña. El presidente de Argentina, Carlos Menem, se sumó a la coña colectiva y le propuso nombrar a un primer ministro en Cuba. Finalmente, el presidente de Costa Rica, Rafael Calderón, planteó una solución de consenso: que Fidel se nombrase rey y sometiese a elecciones al primer ministro. Esto provocó una salva de carcajadas y la presidenta de Nicaragua, Violeta Chamorro, miró hacia una cámara de TVE y suspiró con bochorno: «Ay, Dios mío».

La escena está incluida en las casi treinta horas de grabación que forman parte del material de trabajo, compuesto también por ingente material gráfico y escrito de los periódicos locales y nacionales, del cineasta Manuel Fernández-Valdés (Pontevedra, 1979), que trabaja en el rodaje de un documental sobre la primera y única visita de Castro a Galicia. Es la radiografía de dos días en los que un ex ministro franquista y el líder comunista más longevo del siglo XX compartieron chanzas, homenajes y emociones en una visita, la de Castro, de tintes surrealistas. «Fue algo cómico», dice Fernández-Valdés. Allí estaba la derecha democrática que representaba Fraga, procedente de una dictadura, y la izquierda revolucionaria que se sublevó contra una dictadura, la cubana, para instaurar la suya propia, juntos del brazo al paso de un pueblo extasiado que le había dado la mayoría absoluta al presidente gallego. «Hay una imagen tremenda. Un plano general de la Praza do Obradoiro en el que se ve la fachada de la Catedral, y de repente aparece ondeando una bandera descomunal de Cuba. Y la gente allí cantando ‘Cuba Libre’», cuenta el director.

«Yo soy hijo legítimo de Galicia», proclamó el dictador a su llegada. Abrigados por la policía en un despliegue sin precedentes, Manuel Fraga y Fidel Castro recorrieron Láncara entre vítores y escucharon pasodobles de la banda de Sarria y congas de una orquesta cubana desplazada desde Asturias para la ocasión. En los discursos, Castro prefirió declararse «nieto de emigrantes pobres» a hijo de un emigrante gallego afortunado, y Fraga prorrumpió en llanto al recordar la historia de su familia, marcada por la marcha a Cuba del padre. Disfrutaron ambos de una romería con pulpo, empanada y sardinas, y acabaron la tarde felices jugando una partida de dominó que ganó el gallego.

‘Fraga y Fidel sin embargo’ es un trabajo producido por Bambú y escrito y dirigido por Fernández-Valdés, cuyo primer largometraje, Manuel y Elisa, ganó el premio de mejor documental gallego en la edición de 2009 del festival Play-Doc. Cuenta con una subvención de 40.000 euros de la Xunta de Galicia, y está previsto que en mayo el director se desplace a Láncara y prepare un rodaje que se desarrollará en verano. Para ello, tras el trabajo de investigación y documentación, grabará el testimonio de los vecinos que vivieron el acontecimiento. La recreación seguirá un método casi científico desde el momento en que Fidel Castro bajó del avión.

«Queremos tener la experiencia de la gente que lo vio, y saber sus impresiones de entonces y ahora. Vamos a ir a cada lugar en el que estuvo Fidel, y en cada lugar buscar a alguien que estuviese allí. ¿Por ejemplo? Aparecer en el Araguaney y saber quién fue el que le limpió la habitación. Ir al aeropuerto y saber quién lo trató allí, o quién lo vio. Saber del conductor que le llevó en coche estos días… Unos aparecerán y otros no: la idea es buscarlos». Esta reconstrucción minuciosa se apoyará también en grabaciones domésticas que el equipo de producción busca en Galicia. «En 1992 no había tantas como ahora, pero sí algunas cámaras de vídeo, y estoy seguro de que hay gente que grabó cosas. Nos gustaría saber quién tiene ese material, ponernos en contacto y saber si podemos contar con eso». En este sentido, la productora ha pedido la colaboración de todos los que hayan presenciado y registrado el viaje para que se pongan en contacto en la dirección documentacion@bambuproducciones o en el número 91 799 25 41.

Aquel verano de 1992 Barcelona acogía las Olimpiadas y Sevilla la Exposición Universal, y en Láncara Fidel Castro recibía el título de «hijo adoptivo» entre los aplausos de un grupo de seguidores exaltados gritando a favor de Cuba, muchos de ellos con insignias del Exército Guerrilheiro do Povo Galego Ceive que cuatro años antes había volado la casa de Perbes de Fraga Iribarne. Tanto el presidente gallego como el alcalde de Láncara, el socialista Eladio Capón (que luego se fue al PP con Cacharro), pidieron a Castro la democratización de Cuba. Castro respondió a la petición de sus anfitriones comentando que el título de «hijo adoptivo» le parecía poco, pues él se consideraba «hijo natural». Ya lo habían llevado a conocer la casa de su padre, Ángel Castro, natural de San Pedro de Láncara y cuya casa se conserva en Armea de Arriba.

Fraga recibió en Galicia a Castro con una recepción en la que estuvieron todos los conselleiros, numerosos diputados del PP gallego y representantes de la cultura, entre los que se encontraba Gonzalo Torrente Ballester. Fidel devolvía de ese modo la visita que un año antes había hecho el presidente gallego a Cuba para conocer, también, la casa en la que vivió su padre. Castro agradeció los tres días de fiesta: «Manuel Fraga fue muy valiente, supo resistir todas las presiones y supo hacer posible la presencia de nuestra delegación aquí». «Nos mantendremos firmes, resistiremos y lucharemos, por lo que nunca daremos motivos a los españoles y gallegos de sentir vergüenza de sus descendientes cubanos», dijo. Durante su viaje, además de unas medidas de seguridad impactantes, Castro tuvo a su vera un pequeño grupo de seguidores que clamaron contra el bloqueo de Estados Unidos y a favor de la dictadura cubana. «Somos gallegos, en una palabra», clamó Fraga en su discurso. «Rezamos por nuestros muertos ante la tumba del Apóstol Santiago, en nuestras romerías innumerables y al pie de nuestros infinitos cruceros».

«He vivido uno de los días más felices de mi vida», dijo ya al final de su periplo el jerarca cubano después de la ‘papadela’ en Armea que se cerró con la partida de dominó. Abc subrayó entonces que «los partidos de la extrema izquierda gallega dieron cuenta de unas suculentas empanadas gracias a Fraga; mientras que un poco más allá periodistas cubanos que trabajan en Miami y a los que el dictador aplicaría el calificativo de ‘gusanos’, saboreaban unas espléndidas sardinas que les pagó Fidel». Si vida de dos ancianos en O Rosal (A Guardia) fue la ópera prima de Fernández-Valdés, que tuvo la idea de su siguiente documental tras leer un artículo de Diario de Pontevedra titulado La Revolución era una aldea publicado en noviembre de 2008, el director se enfrenta ahora a una relación explosiva que enfrenta dos ideologías opuestas: «Lo que había en Manuel y Elisa era verdad. Esto sin embargo es una mentira».




 



http://periodicoellibertario.blogspot.com/2012/01/amigos-del-alma.html

 http://www.lavozdegalicia.es/ocioycultura/2010/07/01/00031277990907922246971.htm

 http://www.elpais.com/articulo/Galicia/Cigalas/asesinas/Fidel/elpepiautgal/20100723elpgal_14/Tes

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