jueves, 16 de febrero de 2012

La Comuna de Oakland


En Septiembre de 2011, se extendió la ocupación de plazas o parques públicos por ciudades a lo largo de los Estados Unidos, empezando con Occupy Wall Street en Nueva York y llegando a pueblos con unas docenas de miles de habitantes. “Occupy” ha sido una mezcla bastante extraña y a menudo contraproducente. En algunas ciudades fue tomado por conspiranoicos sin ninguna experiencia de asamblearismo, en muchas otras ha servido más como vehículo para las inquietudes de una clase media menguante que impuso una noviolencia extrema, pidiendo permiso para las acampadas (incluso trasladándolas a otros lugares indicados por los ayuntamientos), colaborando con la policía e intentado prohibir la participación anarquista. En otras ciudades, sin embargo, ha sido un espacio en donde se podía debatir libremente y desarrollar una práctica y un análisis radical. 
 
El simple hecho de ser un fenómeno en que gente desconocida se encontraba para debatir sobre política, hacer asambleas y tomar el espacio público — en un país tan alienado y despolitizado — ha dado a Occupy una importancia revolucionaria difícil de negar. Además, la participación crítica de individualidades anarquistas, la generalización en el espacio de Occupy de prácticas como la horizontalidad, el asamblearismo, la acción directa y la negación de peticiones a los políticos contribuyó sustancialmente a la visibilidad anarquista, en aumento a nivel nacional durante los últimos años. Incluso más aún cuando salió a la luz que uno de los principales arquitectos de Occupy Wall Street era un académico anarquista.  
 
La ciudad de Oakland (California) en particular se ha distinguido por un carácter combativo y abiertamente anticapitalista. Una ciudad con la experiencia reciente de varios disturbios y sabotajes masivos como respuesta a asesinatos policiales (ver /anomia/gardenyes_files/pnw.pdf), el Occupy de Oakland luchó contra la policía para defender su espacio. Tanto es así, que fue conocida como “La Comuna de Oakland,” y el 2 de Noviembre de 2011 organizó la primera huelga general — a nivel de toda la ciudad — que ha ocurrido en los EE.UU. en muchas décadas. Posteriormente, el 12 de Diciembre Oakland junto con una docena de ciudades de la Costa Oeste organizaron bloqueos a los puertos, cerrando muchos de ellos con piquetes y con el apoyo informal de los estibadores (cuyo sindicato ni secundó ni obstruyó a la huelga). 
 
Desde el 15 de Noviembre la “Comuna de Oakland” había sido desalojada, había recuperado su plaza (renombrada “Plaza Oscar Grant” en memoria de un joven asesinado por la policía) y fue desalojada de nuevo. 
 
El 28 de Enero, 2 mil personas se juntaron para ocupar un edificio y recuperar un espacio donde la Comuna podía seguir desarrollándose. Se encontraron un gran dispositivo de antidisturbios pero vinieron preparados con escudos, cascos, piedras y bengalas. Después de varias horas de batalla, algunos policías y muchos compañeros se encontraban heridos, (algunos de manera permanente) el ayuntamiento de Oakland había sido tomado y destrozado por dentro, y 400 compañeros detenidos. Dentro de la cárcel, se dieron palizas a muchos compañeros o les negaron sus medicamentos (incluso unos casos graves, por ejemplo varios compas con SIDA) y les negaron agua y comida. Mientras tanto, los progresistas y supuestos aliados en el movimiento Occupy, incluso muchos que habían aplaudido a los rebeldes de Egipto o a los griegos por haber atacado los bancos que les jodían la vida, condenaron en sus blogs la violencia de los anarquistas y exigían un pacifismo absoluto para evitar la represión. 
 
Lo siguiente es una carta escrita por unas compañeras que participaron en los disturbios del día 28.
 
Informe sobre los sucesos del 28 de enero en Oakland
 
Comencemos disculpándonos; ya que nuestras palabras pueden ser incoherentes, nuestros pensamientos sesgados y nuestro tono demasiado emocional. Perdonadnos, porque el pitido en nuestros oídos sigue interrumpiendo nuestro pensamiento, porque nuestros ojos siguen borrosos y seguimos ansiosas y con el trauma de nuestras heridas y la detención de la gente a la que queremos. Como muchas de vosotras ya seréis conscientes: después de un largo día y una larga noche de batallas callejeras en Oakland, hemos visto derrotados nuestros esfuerzos de ocupar un edificio grande para crear un centro social. Estamos escribiendo, en parte, para corregir los fallos y mistificaciones esparcidos por los mass-mierda. Pero más también como explicación de la intensidad y la urgencia de la situación en Oakland a los compas del extranjero. Hasta cierto punto, esta es una misión imposible. Las coberturas de video y las simples palabras pueden fracasar inevitablemente para transmitir las inefables experiencias colectivas de las pasadas 24h. Pero como siempre, aquí vamos. 
 
Ayer fue uno de los días más intensos de nuestras vidas. Decimos esto sin hipérboles ni fliparnos. El terror en las calles de Miami o de Sant Paul, el poder en las calles de Pittsburg o en el otoño de Oakland; el afecto de ayer llegó o superó a cualquiera de estas experiencias. Los sucesos de ayer nos confrontaron a una serie de momentos intensamente hermosos y igualmente terribles. 
 
Una secuencia abreviada: 
 
Hermosas palabras se transmiten en la plaza Oscar Grant, urgiéndonos a cultivar nuestro odio por el capitalismo. Cientos de personas abandonan la plaza y pronto somos miles. La policía intenta tomar el camión con el equipo de sonido, pero es rescatado por una oleada de personas. Vamos entonces hacia nuestro destino y nos bloquean. Giramos por otro camino y otra vez nos bloquean. Hacemos el siguiente movimiento lógico y de alguna manera la policía no lo había anticipado. Estamos más cerca del edificio, ahora rodeado por vallas y cerdos armados. Derribamos las vallas, creando algunos huecos. La policía comienza su primera batida de gas y humo. El miedo inicial pasa. Con calma, nos aproximamos desde otro ángulo. 
 
Los cerdos crean sus líneas en Oakland. A nuestra izquierda, el museo; a nuestra derecha, un complejo de apartamentos. Escudos y barricadas reforzadas al frente; empujamos. Lanzan disparos de fogueo y chispas y bolsas de gas. Respondemos con piedras y bengalas y botellas. Los escudos avanzan. Otra carga de los cerdos. Los escudos rechazan casi todos los proyectiles. Nos agachamos, esperamos, avanzamos todos a la vez. Vienen hacia nosotras una y otra vez. Les lanzamos su propia mierda, la nuestra, y lo que podemos lanzarles. Algunas de nosotras reciben impactos de balas de goma, otras se queman con granadas de humo. Vemos a algunos polis caer bajo el peso de piedras perfectamente lanzadas. En lo que nos parece una eternidad, nos cambiamos el lanzamiento y los escudos. Nunca antes habíamos sentido esto. Almas encantadoras desde los apartamentos nos lanzan jarras de agua desde su ventana para limpiarnos los ojos. Encontramos un momento para agradecer la valentía sin precedentes y fineza con la que los extraños que tenían los escudos llevaron a cabo su tarea. Nos retiramos a la plaza, llevando y siendo llevados por otras. 
 
Nos reagrupamos, hacemos esquemas, y mil más, nos preparamos una hora después. Al fracasar nuestra segunda opción, marchamos adelante con la tercera. La policía despliega su trampa: nos intenta cazar en el parque entre la 19 y el solar de la Broadway que habíamos okupado previamente. Se instala el pánico; han reforzado todas sus líneas. Comienzan a gasear otra vez. Más proyectiles, nuestra carga es repelida. La inteligencia de la muchedumbre avanza rápidamente. Grupos de personas van a por las vallas. En una inversión del momento en el que ocupamos este solar por primera vez, las vallas se vuelcan para conseguir una ruta de escape. No intentaremos explicar la alegría de mil salvajes corriendo a toda velocidad por el solar, tirando una segunda fila de vallas y escapando a la libertad de la calle. Más juegos de gato y ratón. Delante del YMCA, despliegan otra trampa. Esta vez es más profunda y no hay vallas cerca para lanzarles. Sus líneas son profundas. Unas pocas docenas actúan rápidamente escalando una puerta cercana, saltando peligrosamente a la dura acera de abajo. Pasando la puerta, el grupo de huídos encuentran una fila de varias furgonetas de la policía: os podéis imaginar lo que ocurre después. Un trabajador cómplice del YMCA abre una puerta. Incontables personas escapan hacia el edificio y salen por otra puerta. La policía se entera de ambas vías de escape y comienza a atacar y a atrapar a los que lo intentan pero fracasan. Los que quedan en la trampa son brutalizados y se resignan a su detención. 
 
Unos cuantos cientos siguen adelante. Hora de la venganza. La gente irrumpe en el ayuntamiento. Todo lo que encuentran es destruido. Los archivos tirados por todas partes, los ordenadores también, las ventanas destrozadas. La bandera americana se saca afuera y se le prende fuego ceremonialmente. Una mani a la prisión, muchos grafitis, una furgoneta de noticias destrozada, las puertas de la prisión rotas... Los cerdos responden con furia. Golpeando sin piedad, empujando, disparando a cualquiera que se les cruce en su camino. Muchos que habían escapado antes son detenidos por escuadras de detención. El Centro de la ciudad parece una puta zona de guerra. Los que quedan vuelvan hacia las casas vacías y a los brazos queridos. 
 
Una máquina de guerra debe ser también intrínsecamente una máquina de afecto. Cuando escribimos esto, cientos de compas están entre rejas. Otras incontables heridas y traumatizadas. Hemos pasado la pasada noche literalmente cosiéndonos y asegurándonos de que todos a los que conocemos están bien. Aún no podemos encontrar a mucha gente en el sistema, se oyen rumores, algunos han sido liberados, a otros se les atribuyen cargos serios y se les ha puesto fianza. Esta máquina de afecto es mucho de lo que hemos llamado Comuna de Oakland en tanto a la acampada o a las luchas callejeras. Aún no podemos contar a los compas que no podemos encontrar entre todas nuestras manos. 
 
Pasamos a una mañana soleada y a la ilusión de la paz social que ha descendido otra vez sobre Oaklando. Y en todas partes hay evidencias de lo que ha sucedido. Los funcionarios se esfuerzan para volver a erigir sus patéticas vallas. Se ponen tablas en las ventanas del ayuntamiento y en bancos cercanos (algunas para esconder el daño, otras simplemente para esconderse detrás). Las mangueras tratan de limpiar lo que queda de la estúpida bandera. Una no puede literalmente mirar a cualquier parte de Broadway sin ver grafitis difamando a la policía o alabando a nuestra gente (anarquía, nortes, la comuna, incluso juggalos). Un ojo entendido puede aún encontrar los restos de las latas de gas y los residuos de las bengalas. En la cafetería, los amigos se reúnen y comparten noticias sobre quién ha sido herida y quién había estado en los hechos. Nuestras heridas ya empiezan a curarse en lo que serán finalmente cicatrices o desfiguraciones ridículas. Esperamos que nuestras amantes nos perdonen esta fealdad, o que puedan llegarla a ver como pequeñas señales de una única hermosura. En tanto a nuestra adrenalina se difumina y encontramos momentos de soledad, nos vemos golpeadas por la gravedad de la situación. 
 
Al haber fracasado en la toma de un edificio, nuestra búsqueda continúa. Continuamos encontrando la perfecta combinación de confianza, planificación, intensidad y acción que puede hacer de nuestra lucha una presencia permanente. La comuna ha y continuará en el tiempo, interrumpiendo la mortalidad y el horror del funcionamiento diario de la sociedad. Los hilos de la comuna continúan ininterrumpidos en tanto a que las relaciones y afinidades construidas durante los últimos meses. Un proceso insurreccional es aquel que resalta estas relaciones y multiplica la frecuencia con la que la comuna emerge para interrumpir el impulso vacío de la historia capitalista. Para seguir adelante con este proceso, nuestra misión es continuar incesantemente con la experimentación y la imaginación con la que podríamos iluminar diferentes estrategias y caminos más allá de los actuales límites de la lucha. A veces para olvidar, y otras para recordar.
 
Concluimos con una llamada a nuestras amigas de todo el país y de más allá de las fronteras. No debéis ver en absoluto los sucesos de aquí como una secuencia separada de vuestras vidas. Entre la hermosura y la espectacularidad de los momentos en la Bahía, descubriréis la misma alienación y explotación que caracteriza vuestra propia situación. Por favor no consumáis las imágenes de la Bahía como haríais con las imágenes de disturbios foráneos o de una suscripción al netflix. Nuestro infierno es el vuestro, y lo mismo va por nuestra lucha. 
 
Y también por favor... si nos quereis como creemos que hacéis, probadlo. Deseábamos tan desesperadamente que estuviérais con nosotras en cuerpo, pero sabemos que la mayoría de vosotras no pudisteis. Extended la comuna a vuestros propios lugares.
 
Diez ciudades ya han anunciado sus intenciones de llevar a cabo manifestaciones de solidaridad esta noche. Uníos a ellas, convocad la vuestra. Si no estáis lo bastante conectadas para ser una fuerza social para hacerlo, encontrad entonces vuestras propias vías de manifestaros. Con vuestros colegas o solas: destruid, atacad, expropiad, bloquear, ocupar. Haced lo que podáis por extender la prevalencia y la perversidad de nuestra interrupción.
 
Por un conflicto prolongado; por una presencia permanente; por la comuna.
 
Algunas amigas de Oakland
 
Fotos: 
 
 
Y como ha dicho el manifiesto en los Estados Unidos se produjeron durante los pasados días varias acciones y manifestaciones en diversas ciudades, en especial en la costa Oeste:
 
 
                                                                                                                                     amotinadxs

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